Opinión

¿Venga de quien venga?

La frase la tengo muy aclarada desde comienzos de los años ochenta, cuando ETA seguía utilizando la violencia. Recuerdo muy bien que estábamos delante de la tele cuando un conocido personaje, ya fallecido, desde San Sebastián la pronuncio claramente: “Condenamos la violencia venga de quien venga”. Ahora resulta que un miembro de ERC la pronuncia también, y algunos politicos más de uno y otro bando. Cuando tengo algún alumno en clase hijo de un miembro de las Fuerzas de Seguridad del Estado, siempre la pongo en la pizarra y les pido a todos su opinión. Las respuestas casi siempre son que están de acuerdo. Entonces llamo al hijo del militar y ante los demás alumnos entablo con él un diálogo que al final todos asumen.
Le digo: ¿Tu padre tiene una pistola? Al responderme afirmativamente le hago la siguiente pregunta: ¿Y para qué la tiene? “Para defender al pueblo de delitos y ataques, para el orden general del país”. Muy bien, le respondo. Entonces ¿quién ha dado a tu padre esa arma? “El Estado”, responde pronto. ¿Para qué? Y luego va dando la clave del problema: “Para proteger al pueblo”. O sea, le digo, que el pueblo ha puesto esa arma en manos de tu padre para que lo defienda. Entonces, los terroristas y delincuentes que tienen un arma ¿quién la ha puesto en sus manos? Lo piensa el chaval y responde: “Ellos mismos”. Al final los alumnos de la clase lo entienden bien. Una cosa es la violencia a la que a veces se ven obligadas las Fuerzas de Seguridad del Estado y otra bien distinta la que llevan a cabo grupos al margen de la ley, que es lo que es necesario concretar.
Vivimos en una época de grandes confusiones y sin matizar lo que es necesario aclarar. Por eso están fuera de lugar las afirmaciones que sostienen que la violencia del Estado, cuando es justa, está a la misma altura de la que llevan a cabo esos grupúsculos que se mantienen y están fuera de toda ley. Hoy en día sería necesario aclarar al pueblo ese matiz imprescindible. Todos los países poseen sus fuerzas, y las constituciones así lo afirman, para defender la integridad nacional, proteger a los ciudadanos y en definitiva para mantener el debido y necesario ordenamiento nacional.
Aquel buen señor que en los ochenta pronunció la frase era una persona inteligente, muy inteligente, pero era incapaz de prescindir de sus sentimientos nacionalistas que tantos disgustos le costó hasta llevarle a su prematura dimisión del cargo que entonces poseía en Donostia. Por eso la gran responsabilidad que tenemos los profesores a la hora de matizar a los alumnos contenidos serios que a veces chocan con los sentimientos y la pasión del momento, que crean situaciones difíciles de calificar. Deben saber las nuevas generaciones que tanto el Ejército, como la Guardia Civil y la Policía poseen armas que nosotros mismos hemos puesto en sus manos para que podamos caminar libremente y en democracia. Es necesario ser objetivos, sin dejarse guiar por sentimientos y pasiones muchas veces provocadas por intereses inconfesables.
Termino con aquel ejemplo que todos conocemos. En una reyerta, cuando ésta comienza si aparecen la Fuerzas de Seguridad y los detienen la gente con el clima del momento hasta les insulta, cuando en realidad aparecen para evitar que vaya a más. Pero si llegan cuando ya hay sangre, los vitorean e incluso recriminan el llegar tarde… Somos así los humanos.

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