Opinión

La “Memoria” de Zapatero y sus arbitrariedades

En la medida que se van conociendo los perfiles de la futura “Ley de la Memoria Democrática” que vendrá a “perfeccionar y mejorar” la llamada “Ley de la Memoria Histórica”, impulsada por Zapatero, surgen temores y recelos de que se vuelvan a repetir y superar los errores, excesos y arbitrariedades cometidas al socaire de aquella, sobre todo en el trato a determinados monumentos, callejeros o la propia historia objetiva, con errores de bulto y muestras de desconocimiento e incultura, casi pintorescas.

En Cáceres, la alcaldesa del PSOE, Carmen Heras, se resistió en su día a la metedura de pata que supuso la retirada del Escudo de los Reyes Católicos del monolito que recordaba a los conquistadores extremeños por ”inconstitucional y franquista”. Pese a que diversos historiadores no tardaron en advertirle de su error, la primera edil cacereña atribuyó la colada de su Concejalía de Infraestructuras y Desarrollo Local a un "exceso de celo" y no la pura ignorancia.

En Salamanca corrieron serio peligro los “Víctor” de su Universidad igualmente por “franquistas”, cuando es una de las tradiciones seculares de grabar en sus paredes víctores en honor de sus nuevos doctores. Menos suerte corrió el escudo de los Reyes Católicos, que fue objeto de atentados y que se pretendió derribar, igualmente por franquista, en el Palacio de los Abarca-Maldonado, sede del Museo Histórico Provincial, elementos originales del siglo XVI. El escudo que remata la fachada de este edificio construido en los siglos XV y XVI fue objeto de repetidos impactos de pintura de color rojo.

Izquierda Unida y el PSOE de Cáceres suprimieron “por franquista” hace ya años, la calle dedicada a “Los últimos de Filipinas”. Y la alcaldesa de Guitiriz, Lugo, Regina Polín, igualmente del PSOE, dejó sin calle por el mismo motivo al soldado sanitario, natural del lugar, Bernardo Sánchez Caínzos que falleció en los años veinte, y que ahora se llama “Calle de la Libertad”. Y se dejó el cambio. Los mismos errores se cometieron y se cometen, sobre todo en Madrid y Barcelona, con la expurga del callejero. En Madrid se iba a eliminar por franquista la calle de Álvaro Cunqueiro y otros, asunto que evitó la oportuna carta del profesor Xesús Alonso Montero a la entonces alcaldesa de Madrid, señora Carmena. Pero en Barcelona se quitó la calle al almirante Cervera, que mandó la escuadra española en Santiago de Cuba en 1898, igualmente por franquista.

Pero afectando las arbitrariedades e ignorancia con respecto a los monumentos y las calles, lo que más preocupa a escritores e investigadores son los errores con respecto al propio relato histórico, la investigación y documentos del periodo franquista, que para muchos de los que se están manifestando puede derivar en una forma de censura injustificable. En ese sentido, desde la Universidad y a Ciencia Histórica cuestionan que leyes como la promovida por Zapatero y ahora por el PSOE de Sánchez y Podemos hagan imposible establecer una verdadera memoria científica, rigurosa, imparcial y bien documentada. Esa memoria debería ser integradora, y no nuevamente desintegradora, parcial e sectaria. Apuntan los especialistas que la historia no puede ser un “arma arrojadiza” de unos contra otros, según qué partidos se encaramen en el poder. La tergiversación interesada o la manipulación se usan como elementos que pretenden reforzar los propios argumentos del debate político actual, reinterpretando el pasado a voluntad o impidiendo la libre investigación y exposición de hechos que no ayudan a las tesis que actualmente sostienen algunos. Punto especialmente delicado se refiere a la revisión de los procesos judiciales y sus consecuencias, o los crímenes del terror que se produjo en las retaguardias de nuestra Guerra Civil, terrible en todos los casos, como si sólo cupiera recordar a las víctimas de las patrullas criminales de fascistas y no las del otro lado. Responsabilidad de todos es, sin duda, la prioridad de fijar con rigor el tiempo perdido en la recuperación global de esa memoria que no tiene otra herramienta que la verdadera ciencia histórica, guste, convenga o no su conocimiento. 

Otra cosa es que se palíen los efectos de la Guerra Civil que están pendientes de reparar, ya sea dando digna sepultura a las víctimas de la represión y otros aspectos que subsanen sus efectos en todos los sentidos. Pero sin que ello suponga volver a resucitar los odios del pasado que creíamos conjurados durante la transición. Lo que produce escalofríos es que la portavoz y pregonera de lo que se pretende con la “Ley de la Memoria Democrática” sea la señora Carmen Calvo. La misma que dijo que el dinero público no es de nadie o que cuando el doctor Sánchez calificó de delito de rebelión los hechos del procés era “porque no era presidente”. Conviene recordar que Pedro Sánchez no destaca precisamente por sus conocimientos históricos: dijo que en 1945 España no pudo firmar la Carta de las Naciones Unidas en San Francisco porque “era una dictadura” (por lo visto la Rusia de Stalin era una democracia), o que Antonio Machado es el gran poeta de Soria o que la Ley del Divorcio fue una ley socialista.

Te puede interesar