Opinión

Feijóo pudo ahorrarse el ridículo, Sánchez ya cerró sus tratos con el independentismo

Como dijo Tarradellas, “en política se puede hacer de todo, menos el ridículo”. ¿Qué necesidad tenía Feijoo de hacerlo de modo tan estrepitoso, ¿es que los rodea una masa de estólidos como consejeros? ¿A dónde pretendía llegar, y por segunda vez, luego de la que lanzó en el debate con su oponente, con su peregrina propuesta? Basta con leer la delectación morbosa con que la trompetería habitual del “sanchismo” se mofa de la ingenuidad patética del ex presidente de la Xunta. El trato de Sánchez con sus consocios está cerrado y el precio convenido y Sánchez, aparte de un hombre de sólidos principios, tan repetidamente mostrados, cumple siempre su palabra con sus proveedores. En este negocio se impone la seriedad comercial, como cuando los paisanos gallegos venden una vaca. Cuando se da la mano, es como aval de notario, sin vuelta atrás. Véase la seguridad de la parte contratante de la primera parte que es la parte contratante de la primera parte.

Feijoo debería centrarse en su futuro papel de jefe de la oposición y dejarse de estos gestos que lo que evidencian es su propia debilidad frente a quien prefiere tratar con los independentistas, insisto, al precio convenido, como corresponde a un hombre de Estado que atender a las ocurrencias de Feijoo. Y hablando del Estado, ahora en almoneda, si uno y otro tuvieran visión de conjunto, hace tiempo que se hubieran avenido, con las inevitables cesiones de una y otra parte, en un gran pacto, como ocurre en otras democracias, por ejemplo, en Alemania, para asegurar, mantener y proteger el propio interés general.

Atento al público, porque como era de esperar, en el escenario de este vodevil aparece en escena otro actor, hasta ahora en un aparente papel secundario, aunque fue el primero en manifestar su apoyo al libreto. Ya extrañaba que, si se formaba parte del cuadro escénico de la prevista y bien calculada amnistía, se omitiera la parte de la comedia (aunque suene a drama) que se corresponde a los ciento y pico terroristas de ETA que descasan en las prisiones del País Vasco, para quienes ese hombre de paz que es Otegui siempre tiene un recuerdo y su compromiso de lograr ponerlos en la calle. Y es de justicia emanada de la mayoría de progreso. ¿Acaso si van a quedar impunes los delitos comunes perpetrados a la sombra del “procès”, no es justo que en el mismo paquete se vea la forma de incluir a los patrocinados por una parte de los socios? Elemental.

Así que, ante la evidencia, y a no ser que su último recurso sea iniciar un novenario a las vírgenes nacionales de Begoña o Moreneta, a Feijoo no le queda otro camino que le resignación, depurar a su equipo de estilistas, tomarse las cosas en serio, y centrarse en su futuro papel en el escenario, como jefe de la oposición. No todo es negativo, ya que se le brinda una ocasión dorada de distanciarse de la extrema derecha y buscar ese centro del que tanto se habla y que uno ya no sabe dónde ubicar.

Feijoo y sus partidarios deben aprender a resignarse ante la desfavorable realidad que se avecina y aprestarse a ejercer el papel que le ha reservado el destino. Y para empezar, debe tratar de mostrar otra talla. Y los españoles que no convenimos con ciertos tratos, en todo caso, podemos esperar el milagro de que algún día sobrevengan hombres de Estado, constitucionalistas, que sean capaces de entenderse para consolidarlo y defenderlo, pero me temo que, de momento, el asunto no irá por ahí, cuando al frente del gobierno de ese Estado está uno, cuya palabra es como el bronce, y que prefiera la compañía de quienes quieren destruirlo y salirse del mismo que de quienes se supone que están por defenderlo, aunque digan y hagan tantas tonterías. Por cierto, ¿cómo dicen que España no es país de pactos? ¿Y los que confluyeron en la Constitución, y los de la Moncloa, y los de Sánchez con el independentismo?

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