Opinión

La extrema debilidad del próximo Gobierno gane quien gane

La recta final hacia las elecciones de dentro de un mes no está siendo ciertamente positiva para la credibilidad de quienes aspiran a representar a los españoles. Los círculos que apoyan un relevo profundo en el Gobierno y respaldan a Núñez Feijóo como futuro presidente ya ni disimulan su preocupación ante la 'irregular' (por decir lo menos) marcha de los pactos con Vox para constituir gobiernos autónomos en Valencia, Baleares y, ahora, Extremadura y Aragón. Se está dando, reconocen incluso importantes dirigentes del Partido Popular, la imagen de que un futuro Ejecutivo nacional de la derecha, en el que el PP tendría, dicen todas las encuestas, que estar decisivamente apoyado por la formación de Abascal, sería, cuando menos, "inestable". Y, en el otro campo, en el de la hipotéticamente inevitable coalición de Pedro Sánchez con Sumar, si es que dan los números, tampoco faltan ni los problemas ni la sensación de que la campaña está "desmadrada" y el porvenir "demasiado abierto".

El PP admite que se está generando la sensación de que un futuro Ejecutivo presidido por Feijoo tendría que 'hacer sitio' a ministros de Vox, quién sabe si incluso a una vicepresidencia para Santiago Abascal, lo cual es algo que en la sede de la calle Génova "horroriza". No, no hay ningún aprecio en el PP hacia Vox, como no lo había en el PSOE de Pedro Sánchez hacia el Podemos de Pablo Iglesias. Y, sin embargo, pese a que 'no podríamos dormir' con una alianza con el inestable Iglesias, se hizo. Y salió como salió: La coalición, en todo caso, no ha funcionado. Y cunde la sensación de que, en el otro extremo, visto lo visto, tampoco funcionaría demasiado bien una coalición de la derecha con la 'derechísima'.

La campaña está mostrando, por si hiciese falta, la endeblez del sistema electoral, que aboca a pactos con compañeros indeseados, como el del PP con Vox. En el fondo, y en el otro lado del arco político, también compañera escasamente conveniente ahora para el movimiento Sumar de Yolanda Díaz es Ada Colau, que se descuelga con la petición de una consulta (no propiamente un referéndum de independencia, la verdad, pero lo importante es la imagen que se crea en el resto de España fuera de Cataluña). Con ello está poniendo en un aprieto a la señora Díaz en cada comparecencia ante los periodistas que, lógicamente, preguntan si ella también comparte la idea, tan polémica, de una consulta entre los catalanes. Y ella calla y se evade como puede.

El problema para Sánchez no es Yolanda Díaz, sino algunos de los aliados de Sumar. Y un Gobierno de coalición PSOE-Sumar trasladaría, así, también una imagen de inestabilidad, derivada de la creciente falta de liderazgo de un desgastado Sánchez en su partido y de la no menos creciente influencia de Yolanda Díaz, que, cuidando mucho cada uno de sus pasos y cada una de sus imágenes, pretende quedarse con el liderazgo de la izquierda tratando de no 'mojarse' en los temas más espinosos. Entre ellos, esa consulta en Cataluña que figura en el programa de Colau (no en el de Sumar).

Esta caótica campaña, en la que el presidente/secretario general se convierte en entrevistador de sus propios ministros y el 'cerebro moderado' del PP se presenta con una desastrosa 'imagen playera' (alguien debería explicarle a Feijóo lo que significa un local como el elitista Club Puerta de Hierro a la hora de incluirlo en sus mítines de campaña), está mostrando la falta de consistencia de las estructuras políticas de las formaciones que, de alguna manera, sean unas u otras, integrarán el futuro Gobierno de España. No sé si, en el mes ya escaso que nos queda hasta la marcha veraniega a las urnas, habrá tiempo, ideas y voluntad para dar los puñetazos precisos sobre varias mesas que decidirán, gane quien gane, nuestras vidas. Pero, hoy por hoy, la sensación que me parece que puede obtener la ciudadanía es la de que, así, el Gobierno (de muy probable coalición) que nos venga estará aquejado de una profunda debilidad. Por decir lo menos, repito.

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