Opinión

La España de Sánchez...o de Feijoo. O la de todos nosotros

Que Pedro Sánchez hace permanentemente suya la frase de Cela `quien resiste gana` es algo cada día más evidente. Cuando escuchas sus respuestas (en tiempo electoral, que antes ni acercarse por la emisora quiso) a preguntas incómodas, como las que le hizo este lunes Carlos Alsina, percibes que puede ser un buen fajador, que puede tragarse sapos cuando conviene y, al tiempo, lanzar mensajes con rostro de sinceridad e inocencia, sin permitirse demasiadas autocríticas: sabe, incluso con Alsina, llevar el agua de la conversación por los puentes que le convienen. Todo ello, que en parte serían defectos para un periodista, para alguien que busca su primer trabajo o para un predicador en el púlpito, son virtudes para un político, para un vendedor de coches usados o para una agencia de crecepelos. ¡Es la política, estúpido!, diríamos, parafraseando y adaptando a aquel asesor de Bill Clinton.

El problema de Pedro Sánchez es que, incluso cuando se esfuerza por hacerse el simpático, le sale una innata vena poco empática, la de quien se tiene glorificado y no entiende por qué los demás, gentes inferiores, no comparten este punto de vista. Pero, en el otro lado, muchos de sus argumentos, incluso cuando justifica no haber cumplido muchas de sus afirmaciones porque las circunstancias, para un presidente, cambian rápidamente, convencen, al menos durante un rato. Feijoo se esfuerza menos por sonreír a su interlocutor ante el micro, pero, por esas razones que la razón a veces no comprende, cae mejor que Sánchez. Es lo que dicen, al menos, las encuestas, que son veletas al aire de la opinión pública.

Este lunes hemos escuchado, en todo caso, a los mejores Sánchez y Alberto Núñez Feijoo, entrevistados en emisoras que nunca fueron muy amigas del uno o del otro, respectivamente. Ambos son capaces de enviar sus mensajes más duros al otro sin descomponer la voz, ambos pueden responder a preguntas incisivas con el tono de paciencia de un buen hijo soportando una merecida reprimenda de su padre. Les oyes en estos ejercicios de sufrida tolerancia y casi no sabes con cuál de ellos quedarte, olvidando pasadas trapisondas; es lo que tienen estas entrevistas, en las que con habilidad se presentan casi como víctimas de esa ciudadanía a la que sirven.

Pienso que una de las claves de este lunes la dio Sánchez en su entrevista mañanera con Alsina: ¿no sería mejor, preguntó, que, en lugar de que yo venga a Onda Cero y Feijoo a la SER, nos encontrásemos los dos cara a cara en uno o más debates ante los medios? Uno, como periodista, pero también como ciudadano, no tiene más remedio que apoyar la moción; quiero comprobar que el tono de contención, hasta de mansedumbre, ante el periodista/árbitro lo mantienen el uno frente al otro, porque, como ambos reconocen, esta, la de dentro de un mes, será la España de Sánchez o la de Feijoo. O, añado yo, quién sabe si una tercera España, surgida de las mezclas, casi del mestizaje. Y a mí lo que me gustaría es que se comprometan, uno ante el otro, los dos ante nosotros, a que, además, sea la España de todos los españoles.

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