Opinión

El tarifazo

Con el recibo de la luz, nos toman algo más que el pelo. Un recibo que casi nadie entiende no debería ser de recibo, pero ahí lo tenemos, a punto engordar a partir del 1 de enero. Será la enésima subida en los últimos diez años. Según FACUA (Consumidores y Usuarios), en los últimos diez años el precio del consumo de electricidad se ha incrementado un ¡70%¡.

Ha subido pese a que el Gobierno Aznar inyectó en su día un billón de pesetas 'para hacer frente a los costes de la competencia' y lo justificó bajo una premisa convertida en promesa: que no subiría el precio de la luz. Como en el poema de León Felipe: nos engañan con cuentos. El primero de todos, en relación con este tema, presentando el universo empresarial de la compañías eléctricas como si de un mercado libre se tratara cuando todos sabemos que en la práctica es un oligopolio. Que opera como tal. No hay más que ver lo ocurre con las famosas subastas. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen.

Pese a las oscilaciones del precio del combustible y las materias primas empleadas para la generación de energía, rara vez, por no decir nunca, baja el precio del suministro de electricidad. Las empresas siempre se están quejando, pero es un hecho que, pese al mantra cien veces repetido del famoso 'déficit tarifario', a las compañías que operan en España les va bien el negocio. Incluido el de la Bolsa. Como ciudadano español, uno se alegra de esos resultados; como consumidor y ciudadano pagano del recibo de la luz, la cosa cambia. Cambia porque, como decía, está muy extendida la idea de que pagamos por encima de la media de lo que pagan nuestros vecinos del resto de países de la UE.

Sí a esta impresión sumamos el desconcierto (sería más exacto hablar de cabreo) que producen anuncios fallidos como el del ministro de Industria (José Manuel Soria) quien tras decir hace unas semanas que no subiría la luz, dice ahora que subirá alrededor de un 2%. Sumando elementos variables, algunos expertos apuntan que la subida llegará al 6%. Era lo que les faltaba a los pequeños empresarios, dueños de talleres o comercios quienes, tras la subida generalizada de impuestos llevan muchos meses con el agua al cuello.

En fin, tengo para mí que en relación con este asunto del precio del suministro de electricidad y de su onerosa tarjeta de presentación: lo que conocemos como recibo de la luz, paradójicamente, hay mucha oscuridad. No sé si la falta de transparencia, saber por qué pagamos lo que pagamos, es deliberada o es fruto -como dicen los responsables de las compañías- del complejo polinomio de elementos cuya suma determina el recibo. Lo que sí sé es que del nuevo tarifazo que nos preparan no nos salva ni Marduk, el dios babilonio de la luz.

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