Opinión

Seis coyundas y media diarias

Mi difunto padre adquirió la condición de difunto hace tanto tiempo que ya se cumplió de ella el medio siglo. Entonces la medicina no había experimentado el enorme avance que ahora disfrutamos y él podía permitirse el lujo de afirmar que lo que no curasen un bisturí o una aspirina era cosa de temer y en razón de ello habría que andarse con cuidado.
Hace unos días, mientras bebíamos unas birras en el "Carretas", Cesáreo Otero, un eminente médico compostelano, al recordarme los veintiún días durante los que fui mantenido en coma inducido, afirmaba que mi caso, es decir, mi supervivencia, constituía, una vez transcurridas esas tres semanas, una prueba evidente, una demostración palpable de que, al menos en ocasiones, la medicina, esta de ahora, sirve para algo más que para la administración de acido acetil salicílico y saja por aquí y corta por allá. Gracias le sean dadas al equipo que facilitó el milagro.
Lo que mi padre, César Conde, y mi amigo Cesáreo Otero quizá quisieron decir es que la estadística, esa ciencia que a mí se me antoja tan relacionada con la magia, indica que solo excepcionalmente se arreglan las cosas sin que la aspirina y el bisturí funcionen y únicamente lo hagan una serie de factores rayanos casi todos ellos con el milagro, como sucedió en mi caso según afirman los que ignoran todo lo que los médicos saben. Dicho de otro modo, por ver de explicarme mejor, la estadística solo es fiable en algunos casos y, como la medicina, según quién, cómo y cuándo la practique. Lo demás son placebos.
Hace muchos años, cuando Earvin "Magic" Johnson jugaba en la NBA con los Lakers de Los Ángeles, leí un reportaje en la desaparecida revista Cambio 16 en el que se afirmaba que aquellos esbeltos muchachos de veinte y pocos años llevaban copulado, según ellos afirmaban y las estadísticas confirmaban, unas veinte y muchas miles de veces cada uno de ellos.
A mí no me ocurrió proceder como aquel amigo que, viviendo muy preocupado, acudió al médico para decirle que él cumplía con el sacramento una vez a la semana mientras que sus amigos afirmaban que lo hacían tres y cuatro como mínimo. ¿Qué hago? le preguntó angustiado al galeno. Haga como ellos, le respondió este, dígalo usted también. Pues bien, no envidié la cifra, ni me puse a emularla, coitadiño de mín; tan estratosférica se me ofrecía, tan inalcanzable y tan poco indicado el decir me too (yo también) que me salí por la tangente y elaboré mi propia estadística, hice mis propios cálculos. Ahí se los dejo:
Suponiendo que la media de edad de los jugadores de la NBA fuese de veinticuatro abriles y que todos ellos hubiesen empezado a fornicar una vez llegados a sus catorce y muy precoces añitos de modo que, también todos y cada uno de ellos hubiesen dedicado ocho horas diarias a dormir, empleado otras ocho en entrenar y llevar a cabo al menos las tres comidas preceptivas de forma que le quedasen las restantes ocho horas para dedicarlas únicamente a fornicar (no me quiero imaginar lo que sucedería en caso de que alguno padeciese insomnio), llegados a los veinticuatro años, transcurridos los tres mil seiscientos cincuenta días de los que estos disponen, hubiesen alcanzado promedios que de inmediato expongo a la consideración de ustedes.
 Al dividir los veinticuatro mil polvitos que la estadística afirmaba que Magic y sus colegas juraban haber disfrutado de media, por los tres mil seiscientos días que componen los diez añitos transcurridos, resulta que, sin fallar ni un solo día, habrían llevado a cabo seis coyundas y media diarias. Como ven ustedes, en ocasiones, es conveniente echar las cuentas uno mismo.
Me vino esto en la cabeza gracias a haber leído que Uma Thurman, acaba de decir eso de me too; es decir, que también ella fue víctima sexual no sé si de Harvey Weinstein o de algún otro pero, en todo caso, víctima de las exigencias sexuales de los productores de Hollywood. ¡Mucho se folla por ahí afuera, sea de una u otra manera!
Por aquí la cosa no llega a tanto. La medicina cura más de lo que decimos, sea con aspirina y bisturí, sea con otras cosas, los de la NBA seguro que o eran conejos o no fornicaban alcanzando magnitudes siderales y algunas habría de entre las chicas de Hollywood que, en vez de haber sido violadas o acosadas sexualmente, no se tirasen a todo el que se pusiese por delante menos al portero de su casa en razón de que esta lo tenía automático. Quiere decirse, que estos arranques del ánimo estas repentinas explosiones tienen mucho de verdad, pero también esconden algunos casos de mentira.
Tal actitud no es de ahora. Ya antes podían encontrarse cifras tan milagrosas como la de la once mil vírgenes que acompañaron a Santa Úrsula en su martirio. No es que nunca haya habido tal cifra de mujeres vírgenes, claro que sí, que las hubo, las hay y las habrá, y más, lo que es difícil es que once mil de ellas, previamente seleccionadas, fueran asesinadas víctimas de una violencia que no sé si se podrá decir de género. Pues lo mismo sucede con las estadísticas, los polvos mágicos de la NBA y tanta casta Susana actriz de Hollywood pues alguna habrá que no haya sido acosada y viceversa.

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