Opinión

¿Hay que temer a la inflación?

Hay que tener mucho cuidado con la inflación, pero no aquella que proceda de situaciones transitorias, sino la que responde a elementos estructurales. Es de esperar que la primera se desinfle cuando las economías van recuperando la senda de la normalización. Sin embargo, en estos momentos está convergiendo una serie de fenómenos que cuanto menos nos deben poner sobre aviso de que se puede estar produciendo la segunda.

En primer lugar, debido a todo lo que ha arrastrado la pandemia, hay una demanda contenida que parece que va a dejar de estarlo a medida que se reduzcan, o incluso desaparezcan, las restricciones a la actividad económica. En segundo lugar, el precio de la energía se ha disparado y aún falta conocer que pasará a partir del mes de noviembre, cuando la demanda aumente por la bajada de las temperaturas. En tercer lugar, hay falta de ciertos materiales o productos que están provocando estrangulamientos en la cadena de producción, quizás la falta de microchips es uno de los casos más evidentes.

Finalmente es preciso señalar las repercusiones de la inflación sobre el nivel de liquidez en la UE. Es de sobra conocido que el “milagro español” tras la crisis de 2008 se debió, en buena medida, a la generosidad con la que actuó el BCE. Basta recordar que nuestra deuda pública llego a rozar el calificativo de “bono-basura” por parte de algunas agencias de calificación. En ese escenario, el BCE comenzó a comprar deuda soberana de aquellas economías, como la española, que tenían problemas para colocar sus títulos. Con la pandemia, el BCE optó por la misma actuación; sin embargo, este comportamiento tiene un límite. Es lo que se conoce como el “tapering”, esto es, la reducción de compra de activos. El BCE está comprando cerca de 80.000 euros al mes, una parte importante es deuda española, pero esta previsto que el PEPP (Plan de compras de emergencias por la pandemia) finalice en marzo de 2022.

Además, está sobre la mesa la posibilidad de que el BCE comience con el proceso de desinversión de la deuda acumulada para reducir liquidez si la inflación comienza a ser un riesgo. Si lo señalado se produce, aumentarán los tipos de interés, que en estos momentos están en uno de los niveles más bajos de la historia, lo que ha favorecido el endeudamiento. En consecuencia, el crecimiento de la inflación va a ser una variable determinante que marcará el futuro comportamiento de la economía europea. Habrá que estar preparado si esto finalmente se produce.

(*) Grupo GEN de investigación-Universidad de Vigo

Te puede interesar