Opinión

Caminando por su ciudad

Hace algunos días, escuche a Xabier Sardá  formular dolorosas reflexiones sobre esa “Barcelona cremat” en la que habita,  a través de los micrófonos de la emisora con la está colaborando estos últimos tiempos. El popular comunicador televisivo –francamente no se me ocurre mejor manera de definirlo- se presentaba a sí mismo como un hombre de la izquierda, catalán profundo y comprometido y también, y como él  sospechaba que sabía todo el mundo, completamente contrario a las tesis independentistas. “Antes, -afirmaba hondamente conmovido- yo podía pasear todo el tiempo que quisiera por mi ciudad sin que nadie me hiciera el menor caso, pero ahora esa situación ha cambiado. Yo ya no puedo hacerlo y si lo hago, me expongo a tener que soportar un desagradable incidente. En definitiva, la gente conocida que no apoya el independentismo se expone a sufrir algún indeseable contratiempo”. Añade que lo que más le hiere es ese repetido “fuera de aquí” que se ha convertido en cotidiano entre los manifestantes de las filas secesionistas. Sardá dice que eso nunca ocurrió en su ciudad, definida por su vocacional ecumenismo, al menos desde que él tiene uso de razón. Hasta ahora mismo…
No debe ser agradable jugarse el tipo caminando por la ciudad que a uno le ha visto nacer, a la que ha considerado suya y a la que ama de toda la vida. Albert Rivera ha sufrido un número tan nutrido de situaciones desagradables que ya ha renunciado a llevar la cuenta, a pesar de que ahora no solo le afectan a él sino que también amenazan a sus amigos y a su familia. Como muchos otros barceloneses a los que el camino se les ha puesto duro, ha optado por trasladarse de domicilio y avecindarse en Madrid, donde algunos quizá no le voten e incluso se le comuniquen personalmente, pero al menos no le presionan en la vía pública ni le amenazan con romperle la crisma.
De aquella Barcelona abierta y admirada que organizó las Olimpiadas del 92 a esta Barcelona en armas, iracunda y sectaria, cercada por contenedores que arden como teas, va un mundo y estoy seguro que muchos barceloneses de tradición y prestigio llorarán desconsoladamente este cambio de escenario tan radical y tan siniestro. Como Sardá por ejemplo. Y como tantos otros barceloneses de bien a los que debe acogotarles el pudor y la vergüenza. Si yo estuviera en su piel, eso es lo que sentiría.

Te puede interesar