Opinión

alta traición

Se celebró hace unos día en Vigo una reunión de ayuntamientos solidarios con la causa saharaui donde fue de agradecer la participación del alcalde de la ciudad organizadora, al mismo tiempo presidente de la FEMP, así que una voz cualificada y quizá un altavoz ante el Gobierno, aunque no nos hagamos ilusiones con un asunto que oscila entre olvidado e irresoluble. 
Y todo porque España cometió hace ya 44 años alta traición con sus conciudadanos del norte de África, un gesto que merecería su inclusión en la historia universal de la infamia de Borges. 
Marruecos jugó sus cartas aprovechando la debilidad del régimen franquista en extinción y con la inestimable y permanente ayuda de Francia se quedó con el territorio para sí. Allí sigue, con su ejército acantonado tras un muro que ha resultado eficaz por cuanto le permite administrar dos tercios de la antigua provincia española, donde están la población, los recursos y la línea costera. Es decir, todo lo aprovechable. 
Los saharauis mantienen el control sobre un trozo del desierto más duro, con un par de asentamientos sobre el territorio, y los campamentos de refugiados en Argelia. Francia no ha dudado nunca en prestar su total protección a Marruecos, y considera el Magreb una zona de su influencia donde nadie puede entrar, tal y como hacían los antiguos y modernos imperios. 
España no ha podido hacer gran cosa, salvo al menos tener un gesto de mínima decencia y no reconocer la soberanía marroquí sobre el Sahara. Claro que ningún país lo hace. Pero no olvidamos la foto de Zapatero en Rabat con el mapa del Gran Marruecos, que incluía Canarias. Hace unos días moría Chirac, que lo fue todo en Francia, y a quien un alto representante del Estado español lo consideraba el mejor abogado marroquí, entregado a la causa. Francia nunca va a ceder -recordemos el affaire de Perejil, respaldado por el país vecino- y España no cuenta. Así están las cosas. Un 10 para el ayuntamiento vigués en este caso de alta traición. 

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