Afiliados extranjeros en Vigo

Extranjeros en Vigo: “Aquí la vida es más tranquila y con más seguridad"

Alberto y Ángel en la tienda que el primero tiene en la calle Camelias y Víctor Alfredo Hugo en su tienda de la calle Serafín Avendaño.
photo_camera Alberto y Ángel en la tienda que el primero tiene en la calle Camelias y Víctor Alfredo Hugo en su tienda de la calle Serafín Avendaño.
Alberto, Ángel y Víctor Alfredo llegaron a Vigo buscando un futuro mejor para ellos y sus familias. Ninguno se plantea volver

Alberto, Ángel y Víctor Alfredo han llegado a Vigo en busca de una vida mejor. Unos han optado por montar su propio negocio y otro trabaja para una empresa. 

“La migración es una realidad y una fuerza positiva. Fomenta el intercambio de conocimientos e ideas y contribuye al crecimiento económico. Permite a millones de personas buscar oportunidades y mejorar su vida”, asegura el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres.

Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), un aumento de 1 punto porcentual del porcentaje de inmigrantes en la población adulta hace subir el PIB por persona de las economías avanzadas hasta un 2%. 

La propia excanciller alemana Angela Merkel lo calificó como “decisivo” para el futuro de la Unión Europea.

De vuelta a Vigo, varios casos en este reportaje. Como el de Alberto Subero, que es de Venezuela y tiene 55 años. Llegó a Vigo en febrero de 2018, así que ya hace seis años. Llegó por un familiar que, en principio, le había buscado un empleo en Madrid para su área de expertise, que es la gastronomía, y que le ofreció el trabajo cuando él estaba todavía en Venezuela. Pero luego apareció otro trabajo con el mismo sueldo en Vigo y ya se quedó. Con el tiempo abrió la tienda en Camelias, que se llama Alberto’s VigoVenez, con productos de Venezuela, Perú, Colombia, Ecuador, Brasil, Bolivia, quesos latinos, aguacates dominicanos, plátanos colombianos, envío de dinero, recargas de teléfono, chuches, bebida, pan y todo lo que uno se pueda imaginar.

 “Da para cubrir gastos y no descanso, pero hay que luchar el día a día”, explica.  Asegura que “ser autónomo no es fácil. Te quita el sueño”.

 A la pregunta de ¿si volvería al país donde nació, a Venezuela? Se lo piensa por un momento y responde: “no sé, quizá a Venezuela no, pero quizá a otro país de Latinoamérica sí que volvería”, asegura.

Alberto lleva ya unos años en Vigo y opina que “aquí dan ayudas al que está llegando pero ¿y a los que ya están trabajando y pagando sus impuestos? Yo aquí no recibí ninguna ayuda, porque cuando llegué ya empecé a trabajar de inmediato. Tengo dos hijos conmigo y creo que se tarda mucho en dar un permiso de trabajo. Mi hijo tardó un año en tenerlo. Eso incentiva el mercado en negro. Porque la gente que viene a aquí viene dispuesta a hacer todo”, reflexiona. 

Calidad de vida

En la tienda entra otro compatriota. Es Ángel Ramos, que tiene 40 años y es cerrajero 24 horas y llegó a España en 2021. Primero vino a Palma “y cuando tuve los papeles mi empresa me envió a Vigo. Aquí se está bien”, asegura. “Me vine por lo mal que está la economía de mi país. Hay, mucha delincuencia y me vine buscando mejor calidad de vida para mis hijos. Me vine con mi esposa y mis dos hijos. Teníamos amigos que nos ayudaron para pedir asilo político y conseguimos los papeles, aunque tardamos año y medio”.

Opina que “ahora a ver si mejora un poco la situación económica en España”.

Víctor Alfredo Hugo tiene 67 años y es el dueño de Minimarket Oriele, que es el nombre de su madre, en la calle Serafín Avendaño. Llegó de Perú en octubre de 2022, así que lleva sólo año y medio en España. “Me vine por la situación económica de mi país y porque allí estaba amenazado como funcionario público. Pedí asilo político en España y ahora ya tengo la tarjeta roja, que me permite trabajar”, explica.

Asegura que “la vida en España es más tranquila, con más seguridad y más agradable. Ahora busco nuevos horizontes. Me va bien con toda la gente y estoy aquí con mi pareja”. Ante la pregunta de si piensa volver a su país algún día, lo tiene claro: “En Perú dejé a mis hermanos, pero no pienso volver”, asegura rotundo.

En su kiosco vende golosinas, tarjetas de teléfono, hace envíos de dinero y paquetería, entre otras cosas con un amplio horario para la clientela.

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