entre el pulpo y el polbo

En O Carballiño, villa ourensana en la que preparan, según los expertos, el mejor pulpo ‘á feira’ del mundo, andan estos días enzarzados en una curiosa polémica que afecta directamente al nombre de este apreciado cefalópodo.
La noticia, que leo en La Región, señala que el alcalde de la citada localidad, Argimiro Marnotes, piensa pedir a la Real Academia Gallega (RAG) que reconozca la palabra ‘pulpo’ en el diccionario de la lengua, en lugar de ‘polbo’, que es la que actualmente está establecida. Se lo explico a mis amigos catalanes y no se lo acaban de creer. Es entonces cuando les recuerdo que aquí -en tierras del insigne poeta Joan Maragall-, también hubo sus más y sus menos cuando los centros de normalización lingüística se esforzaron en poner al día un idioma que, igual que el gallego y el euskera, permaneció en estado letárgico durante demasiados años y que convirtió a gran parte de sus moradores en analfabetos de su propia lengua.

Cuentan las crónicas que en este recién estrenado 2014 se cumplirán los 52 años de la internacionalmente reconocida ‘Festa do Pulpo’ de O Carballiño, período de tiempo en el que sobradamente se ha demostrado la vigencia y aceptación de la palabra ‘pulpo’. En caso de no ser atendida su reclamación -de mantener la palabra pulpo, en lugar de polbo-, la corporación local ha anunciado que está dispuesta a promover una iniciativa popular para conseguirlo.

En relación con todo este pacífico embrollo, confieso que a mí siempre me ha sonado rara esa palabreja de llamar polbo (con b, no se me confundan) al pulpo de toda la vida; sencillamente, porque no es lo mismo, pongamos por caso, llamar ‘polbeira’, en lugar de ‘pulpeira’ a la mujer que tradicionalmente ha cocinado el pulpo. Cada cosa en su sitio, ¿no creen? Pero por encima de cualquier polémica, pienso que lo verdaderamente importante es que el pulpo ‘á feira’, o a la gallega, esté en su justo punto de cocción y, a poder ser, que te lo sirvan en plato de madera y con sus debidas dosis de sal y de pimentón picante, tal como mandan los cánones de las más exigentes ‘pulpeiras’ y ‘cefalopeiras’ en general, tanto de O Carballiño como del resto de la humanidad. Amén.

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