Opinión

Armengol como cebo

La elección de la expresidenta balear como candidata a presidir el Congreso es una decisión harto meditada por Pedro Sánchez. Ha debido dedicar parte de sus vacaciones a analizar, uno a uno, los candidatos que mejor cuadraran con los gustos de los independentistas. Y, en ese sentido, Armengol cumple todos los requisitos. En primer lugar su fidelidad a Pedro Sánchez supera el exigente listón de la media. Gobernó las islas con mano firme en compañía de Podemos y Mes, una formación con excelentes relaciones con Esquerra Republicana.

Entre sus medidas más destacadas figura la defensa de la lengua catalana y la supresión del castellano como lengua vehicular en las escuelas. Su decreto sobre la exigencia del catalán en la administración pública, que suscribiría el propio Puigdemont, causó serios problemas en la Sanidad balear. En muchos hospitales de las islas comenzaron a faltar especialistas, cardiólogos, oncólogos, que no eran capaces de superar las difíciles pruebas del idioma exigido.

Su proximidad a Cataluña y a sus reivindicaciones de un referéndum pactado eran compartidas por todo su Gobierno. Procuró viajar lo menos posible a Madrid, salvo para sus encuentros en Moncloa con Sánchez. Y no protestó enérgicamente cuando Puigdemont incluyó en los Países Catalanes también a Baleares.

No obstante, hasta las ocho de la mañana de hoy mismo, día de la votación, cuando Puigdemont se reúna telematicamente con sus diputados, la elección de la mesa y la presidencia de la Cámara sigue en el aire.

Y lo que es más grave, puede que el cebo de Francina Armengol funcione y el fugado de Waterloo diga sí en el último momento aunque eso no garantiza que, además, diga también si a la investidura de Sánchez.

De momento, la unidad de los independentistas en el Congreso es una quimera y eso obliga a ERC a subir el listón de sus exigencias para no quedar como "botiflers", el insulto que más duele.

En caso de que Junts diga no y la Mesa del Congreso quede en manos del PP y VOX, no se puede descartar que cedan el día de la investidura y permitan a Sánchez seguir en Moncloa. En ese caso, la legislatura sería un pandemonio: el Senado con mayoría absoluta de la derecha y la Mesa y la presidencia de la Camara Alta también en sus manos, gobernar sería un imposible.

No menos desesperados están en Génova, cuando Feijoo propone que un diputado del PNV dirija el Congreso para poder contar con sus votos. Se sabia que nada iba a ser fácil, pero todo es susceptible de empeorar.

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