Yo creo que las cosas van funcionando , mejor o peor, a trancas y barrancas, con más o menos entusiasmo, con más o menos aguante y con grandes dosis de paciencia, mucha paciencia, pero van funcionando, porque la gran mayoría de los ciudadanos no es conflictiva, es comprensible, obediente, acepta las leyes, no discute, no pelea, no presenta problemas, se conforma con lo que tiene, con su casa, con su trabajo, con su pensión, con su paro, con su pueblo, con sus vecinos, con su gente, o con su soledad, pero vive, que no es poco, y sobre todo, valora la tranquilidad, la paz y el sosiego de cada día y sabe, porque lee, se informa, escucha, ve las noticias y está al tanto de lo que pasa en el mundo, y como no es tonto, sabe perfectamente que hay sitios peores, mucho peores y entonces se conforma con lo que tiene. Parece fácil de entender.
Pero siempre hay unos cuantos que no aceptan estos principios, estas reglas, esta forma de vivir bajo un sistema de convivencia, con unas leyes que todos acatamos y obedecemos excepto algunos que solo aceptan las que les parece, las que le agradan, como declaran tranquilamente y sin cortarse algunos miembros y “miembras” del parlamento catalán. Yo si fuera delincuente, me iría a Cataluña, directamente. ¿Con qué razón me van a impedir que atraque un banco, si yo no creo ni las acepto las normas que protegen la propiedad privada y menos la de los bancos? ¿Por qué no voy a pasarme los semáforos y conducir borracho si yo no acepto las normas de tráfico de ese estado opresor que regula la circulación de los vehículos en carreteras y ciudades? ¿Por qué, en lugar de comprar o alquilar, no me meto directamente a vivir , en las lujosas viviendas de los Sres. Mas y compañía, si yo no acepto, porque no me gustan, simplemente, las normas que protegen el derecho a la propiedad de esas casas, de la misma forma que ellos no respetan las leyes del Estado en el que habitan?
Parece que les estoy oyendo..., no es lo mismo, no es lo mismo, me dirán, pero no nos engañemos, el estado de bienestar es un lujo, y cada vez más, y cuando no se respetan las leyes que lo protegen, enseguida aparecen las otras leyes, las de los matones, las de los tiros, las de las bombas, las de la guerra, tendremos que elegir. No tenemos muy lejos los ejemplos de países en los que precisamente por no ser capaces de organizar una convivencia pacífica, sus ciudadanos se tienen que escapar de ellos a toda costa y en muchas ocasiones muriendo en el intento, porque llega un momento en el que lo único que pretendes es que te dejen vivir, simplemente. ¿Como no entender el síndrome de Estocolmo, cuando estando en manos de quien te puede pisar, escupir o eliminar en cualquier momento, te permite seguir respirando un día más?
El afán por la superación es la fuerza que ha movido al mundo desde el origen de los tiempos, pero ese mismo afán es el que también ha llevado al desastre a mucha gente que se ha dejado guiar por esos líderes intransigentes que al cabo de un tiempo se ha podido demostrar que esa intransigencia no era otra cosa que una estupidez, porque hay cosas que solo sabemos valorarlas cuando ya no las tenemos.