Opinión

¿Puede un terrorista alcanzar el Nobel de la Paz? Mandela y la ETA

Si yo fuera el Ministro Wert decretaría que la vida de Nelson Mandela fuera enseñada en los colegios. Fue el líder de la lucha contra el “apartheid”, y tras 27 años en prisión llegó a ser el primer Presidente de Sudáfrica elegido por sufragio. Trabajó a favor de la igualdad entre negros y blancos, en una transición sin venganzas ni violencia, defendiendo el perdón y la reconciliación: por todo ello recibió el Premio Nobel de la Paz en 1993.

Pero Nelson Mandela había sido un terrorista. El año 1953 dijo en un discurso que el tiempo de la resistencia pacífica había acabado; y cuenta en su libro “Conversaciones conmigo mismo” (pag. 108) que envió a compañeros del partido a China con la misión de conseguir armas para iniciar la lucha armada. Mandela fue detenido, y tras ser liberado tuvo que continuar su actividad política en la clandestinidad. Llegó a ser el líder del MK (el brazo armado del partido Congreso Nacional Africano, CNA). El 16 de diciembre de 1961 Mandela dio la orden de colocar bombas en centrales eléctricas y en oficinas del gobierno sudafricano en varias ciudades; ese día murió el primer militante del MK, y Mandela dijo: “no se pueden evitar bajas cuando empiezas un nuevo método de actividad política”. En 1963 fue detenido, y en su juicio declaró que, tal como defendía su partido, creía en la “no violencia” como principio; pero años después después confesó que realmente consideraba la proclamación de la “no violencia” una táctica, y que habían usado la violencia cuando la consideraba necesaria, en la organización MK y con el visto bueno y el apoyo de la ejecutiva del CNA. Amnistía Internacional le atribuyo al MK 193 actos de terrorismo cometidos esos dos años, cuyas numerosas víctimas mortales nadie ha querido contar. Mandela fue condenado a cadena perpetua.

La historia de Mandela tras su salida de la cárcel en 1990 es bastante conocida. Había sido un terrorista, pero ya no lo era. “Mientras salía hacia la puerta que me llevaría a la libertad, supe que si no dejaba atrás mi amargura y mi odio, seguiría prisionero', dijo Mandela. Se le podría comparar con los terroristas vascos, a ETA con el MK, y a Amaiur-Bildu con el CNA. El artículo 25 de la Constitución Española establece que las penas privativas de libertad deben estar orientadas hacia la reeducación y la reinserción social: lo que se busca es que el delincuente deje de serlo. Algunos políticos no quieren hablar de reinserción porque les puede costar perder votos, y se oponen a los derechos humanos: los que defiende el Tribunal de Estrasburgo, los que nos protegen de los abusos del Estado, que se deben aplicar a todos los seres humanos sin excepción. La mejor manera de acabar con el terrorismo, con la violencia y con los delitos es con la educación y con la reinserción, no con la mano dura y la represión del estado, que suele llevar al absolutismo y a la tiranía. Fue Mandela quien dijo: “la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”.

¿Quién iba a decir hace 30 años que un terrorista encarcelado por delitos de sangre iba a congregar en su funeral a casi todos los líderes del mundo, y a recibir el reconocimiento agradecido de tantos millones de personas? En Forrest Gump aprendimos que “tonto es el que hace tonterías”; pero el que hizo tonterías hace tiempo no tiene por qué ser tonto ahora. Lo mismo se puede decir de los terroristas de ETA que salen de la cárcel. Fueron terroristas. Ya no lo son (salvo que vuelvan a cometer actos de terrorismo), y quien diga que lo son atenta contra los derechos humanos, y contra el espíritu y la letra de la Constitución. Espero que el ejemplo de la vida de Mandela sirva para que muchos vean claro que los terroristas de ETA que han cumplido su condena deben ser considerados reinsertados: y quizá alguno de ellos pueda llegar a ser Presidente de Euskadi y Premio Nobel de la Paz.

“He buscado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todas las personas vivan juntas, en armonía, y con iguales oportunidades. Es un ideal que espero vivir y alcanzar. Y, si fuera necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a dar la vida”. Ojalá todos compartiéramos ese ideal de un gran hombre que ahora duerme eternamente: Nelson Mandela, conocido en su país como Madiba. Que su espíritu y su fuerza nos acompañe siempre.

Te puede interesar