Opinión

VALENCIA

Casi entrando en marzo huele a humo incendiario en Valencia. Como si quisiera ir calentándose la pituitaria por la proximidad del tiempo de fallas, fiesta, luz y hogueras. Mas ahora Valencia dribla la tradición ardiendo con protestas callejeras, por conflicto de recortes en educación subido a una moto de indignación que no se sabe bien quien la monta y dirige, pues un partido político ya aparece detrás del nombre de la marca fabricada, primavera de Valencia. Comenzaron la protesta por falta de calefacción para calentar el cuerpo estudiantil, pero, curiosamente, la inició el instituto Luis Vives donde no había santo ni seña de tal carencia, ¡mosqueante!; y los vivales en edad de estudiar, entre otras cosas, cómo corregir el futuro del progreso ilimitado de la peor clase de todo el colegio español, clase política enmerdada y enrocada en su propia historia y propia movida de privilegio y tente tieso para el resto, se han dejado seducir por la romántica lucha social pero que quieren manipular los mantecas del verbo o mismo palo de siempre.


Ahora, si no hay calefacción en algún colegio valenciano (que no es el Luis Vives, insisto) es porque hasta aquí llegó la irresponsabilidad de las autoridades políticas de turno que se lo han llevado todo de chiringuito en chiringuito y tiro porque me toca, de ahí que la mecha esté presta para que salten las chispas de lógica protesta. Y que salten está bien, pero que muy bien para que tomen nota todos los del poder que se creen con derechos de pernada económica, pero que salten, eso sí, de nueva forma imaginativa y constructiva, siempre fuera de la violencia, donde el desprecio a los que no tienen aprecio por el bien público sea patente, de tal forma que se organicen buenas movidas en torno a la reivindicación de la ética pública en lugar de en torno al calimocho o porro guay. Es la única manera posible de salir de ésta, que está dura y bien dura; dar ejemplo de que lo que mola es otra cosa, reconsiderar valores que han caído hasta los suelos, como la honestidad y solidaridad, con mayor caída cuánto más alto el pedestal, versus viciada política. ¿A qué esperan los diputados, senadores, alcaldes, concejales y todos los altos cargos de este país para dar ejemplo de cómo afrontar los tiempos que tocan y decidir de una vez reducir sus sueldos a la mitad y retirar todos sus privilegios a fin de liderar una reconquista social? ¿Pero no se dan cuenta que han sido ellos, precisamente, los principales responsables de la quiebra de este país, como para no hacerlo? Es que parece que estén buscando el que los corran a gorrazos el día menos pensado, por egoístas, y eso vale para todo el espectro político, desde arriba abajo, izquierda a derecha, pasando por sindicatos y demás entes cuasi políticos que acompañan al régimen.


Los estudiantes de instituto también deberían centrarse en estudiar y desconfiar de ciertos profesores y líderes sociales o políticos que en lugar de preocuparse por formarlos están más interesados en utilizarlos, sobre todo por esto de los recortes que los trae por la calle de la amargura cuando en esta misma calle viven tantos otros que no discuten el más mínimo porque no tienen de donde. Ya está bien de tanto egoísta. Aquí pasa un poco como con el movimiento de los indignados; se inició como movimiento pacífico de los individuos que querían escribir con otra letra el futuro, pero en cuanto cobraron dimensión suficiente ahí que vinieron todos los carroñeros, desde los impresentables delincuentes anti sistema que arrasan todo lo que tocan, hasta ciertos políticos de la oposición que ven la ocasión de recuperar con el conflicto lo que no pudieron retener con buena gestión, el poder que les obnubila la razón. Y los chulitos de turno fáciles de manipular por un polvo en el camino de la chica que en circunstancias normales ni lo mira se sube ahora a un nuevo mayo que es marzo y cuarentón pasado de moda.


Lo último es querer equiparar esta primavera de Valencia a las revueltas árabes que buscaron libertad, ya veremos si la encuentran. Como si aquí no se disfrutaran de ella hasta el libertinaje. Todo por unos recortes obligados que tocan para no caer por el precipicio al que nos asomaron. Llorando más los que menos están sufriendo, pues si unos se lamentan de congelación, los otros ni te cuento, incluidos los currantes del icono periodístico último de la izquierda, Público, que cerró, y desde los despidos desde un importante Sindicato; ¿fachas? Por tanto, jóvenes no caigáis en ciertas tretas, y a imaginar canciones, creaciones y demás actuaciones que les den la espalda a estos errores históricos que hay que sobrepasar. Si no, más de lo mismo, todo seguirá igual.

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