Opinión

El tonto y el bobo

Siempre se ha dicho que en España las parejas mas avenidas eran las de la Guardia Civil, pero aquí la actuación en pareja da para muchas situaciones y aunque el asunto podría ilustrarse a través de un largo recorrido mas o menos gracioso, hoy voy a centrarme en parejas que aunque no de hecho, pretenden serlo de derecho, generalmente pertenecen a la administración, y regularmente uno está en un escalón o varios por encima del otro: el tonto y el bobo.
Aquí, el tráfico se lleva la palma. ¿Quién no se ha encontrado con que, conduciendo, va a entrar en una calle y se topa de frente a dos armarios en postura erguida, amenazantes, ofensivamente serios, distantes y que únicamente repiten mecánicamente aquello de “siga”?. 
Hace años, en vida de Franco, concretamente en Bouzas, y un día antes de celebrarse las fiestas, a menos de 50 metros de la entrada del garaje de mi casa, donde vivía entonces, me encuentro con el cuadro descrito, en ese caso, con una variante “dé la vuelta”. Mire usted, señor agente, no voy a Samil, sino simplemente a mi casa, aquella puerta verde que ve usted ahí al lado es la del garaje, “dé la vuelta”. Mire usted, agente (lo de señor empezaba a sobrar) si no voy a interrumpir nada ya que solo pretendo llegar a mi casa y dejar el coche dentro del garaje, que usted ve desde aquí, no molestaré a nadie, “dé la vuelta”. Mire, agente (lo de usted ya también me parecía excesivo), ¿por qué no me dice cual es el problema que puedo causar con ello y lo sopesamos, pues quizá lo entienda?, “dé la vuelta”. En mi cabeza empezaba a cobrar fuerza la idea, al estilo Luis Suárez, de arrancarle una oreja de un mordisco al bobo de turno, a ese personajillo orgulloso de no tener que tomar decisiones por si mismo, aunque fueran evidentes, pues él recibía ordenes y las cumplía sin dar explicaciones ni entrar en razonamiento alguno, y olé. Mi indignación era paralela a las ganas de conocer a la otra media naranja, al tonto que le había dado la orden sin atender a situaciones que nada tenían que ver con lo que pretendía evitarse. Finalmente di la vuelta, busqué un atajo y deje el coche en casa sin más, asignando todo el sinsentido a la oprobiosa dictadura reinante, que algún día moriría para dar paso a una democracia liberadora, que hiciera que tanto el bobo como el tonto dejaran de serlo, la razón se impusiera ante la barbarie y la autoridad diera al menos, amablemente, una mínima explicación del porqué de tales imposiciones, e indicara las posibles alternativas (la ingenuidad del ser humano no tiene límites).
Hace ahora unos días, concretamente en Baiona, en la calle de entrada al parador, al club de yates y al único aparcamiento en el centro de la villa, me topo directamente, al ir a girar, con el cuadro en cuestión “siga”. Mire usted, señor agente, voy a aparcar al único aparcamiento existente en la villa cuya entrada está justo detrás de usted, no pienso dejar el coche en la calle ni interrumpir nada, “siga”. Mire usted, agente, ¿cuál es el problema?, “siga”. Mire agente, ¿qué alternativa tengo?, “siga”. La idea de morderle la oreja , ante la posibilidad de sanciones desproporcionadas (hay antecedentes) era sustituida en mi cabeza por la de, Mira bobo, ¿quién es el imbécil que te ha puesto ahí para esta labor, para la cual pareces ser insustituible?. Evidentemente me fui, como todos los demás, sin obtener información de ningún tipo, a dar absurdas vueltas por Bayona hasta colapsar las calles, enterándome posteriormente de que la imposición se debía a la próxima salida de una carrera, que al tonto de turno se le había ocurrido iniciar desde la entrada del parador, generando con ello un caos circulatorio paralelo a su evidente imbecilidad, para una vez mas, tonto y bobo actuar complementariamente, cabreando a un personal que se debatía en considerar si ello tenía mas justificación en una dictadura o en el sucedáneo de democracia en que vivimos.
Recientemente he tenido la ocasión de cuestionar sobre similares materias con un tonto ejerciente, quien se justificaba, tontamente, como no podía ser menos, en las consabidos memeces argumentarias de los mediocres al uso: no podemos hacer excepciones, hay que actuar igual con todos, si cedemos con uno hay que ceder con los demás y cretineces por el estilo, cuando uno de los principios de la justicia es precisamente el tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales, y si yo pretendo ir a Samil por Bouzas, podrá tener sentido un desvío si me voy a encontrar con calles en las que están trabajando, pero si lo que pretendo es entrar en la puerta de al lado no interrumpiendo nada, no tiene ningún sentido, ni el mismo trato, ni desvío alguno. 
Solo los cretinos, incapaces del uso de la razón, de la educación y de ejercer su responsabilidad con criterio, se escudan y justifican en igualdades de trato, y ahí el equipo formado por el tonto y el bobo, se llevan la palma, con la variante de que a veces el tonto es sustituido por el hijo de la gran…. mientras el bobo se disculpa siempre con aquello de “yo soy un mandado”, evidentemente al que, orgulloso, le han extirpado el cerebro.

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