Opinión

Spanish ébola: chapuza e irresponsabilidad

De nuevo volvemos a ser líderes en materia de la que tenemos larga experiencia, en chapuza e irresponsabilidad.
Hace ahora dos meses, concretamente el pasado 8 de agosto, en estas páginas de Atlántico Diario, publicaba un artículo en el que alertaba sobre el problema y sobre la tremenda irresponsabilidad de haber desplazado a España a un sacerdote afectado por el ébola, con las posibles y terribles consecuencias que de ello pudiera derivarse para todos, y no solo para el personal sanitario, sino sobre todo para el país e incluso para la Comunidad Europea. En el artículo, en el que responsabilizaba al gobierno por tan estúpida decisión, entre otras consideraciones, absolutamente vigentes, exponía lo siguiente:
“Dejando a un lado miopes y pacatas sensiblerías, ¿vale la pena arriesgar a todo un país a una epidemia, por un 10% de posibilidades de salvar a dos personas infectadas sin demasiadas esperanzas de curación?. Si finalmente se propaga la enfermedad, ¿en que se concretarán las responsabilidades de un gobierno que toma decisiones de tal calibre?, ¿simplemente en que no volvamos a votarles?. ¿Se montaría semejante dispositivo si en lugar de tratarse de dos miembros de la religión que profesa todo el gobierno, estuviéramos hablando de dos obreros o de dos testigos de Jehová?. ¿Se ha valorado convenientemente el riesgo para la salud de todos los pacientes del hospital que hay que evacuar?. ¿Es preferible entrar en tamaño coste cuando se está negando la ayuda familiar a tantas familias españolas con enfermos que fallecen por falta de atención?. Considerando que estos señores se metieron en riesgo, no como españoles ni por causa de España, sino como religiosos y por causas vaticanas, ¿Pagará el Vaticano los gastos o parte de ellos? ¿Por qué no los trasladan al hospital vaticano?, ¿Se busca un efecto mediático electoral con todo este dispositivo?. 
Si el contagio a los “jefes” religiosos del hospital africano hubiera tenido lugar en un barco, estos deberían ser los últimos en evacuar el buque en lugar de ser los primeros en abandonarlo, rescatados por la compañía a bombo y platillo. Por otra parte, ¿cómo admiten abandonar a sus pacientes, a un coste desorbitado, con el que se podrían salvar tantas necesidades claras y evidentes en el propio país y con ciudadanos también españoles, pero menos irresponsables?, ¿en que queda la caridad cristiana?, ¿en practicarla cuando no hay problema y en salir por piernas cuando nos contagiamos?. En caso de haber renunciado al desorbitado gasto en favor de tantos enfermos terminales en España, ¿admitiría el gobierno, sin la repercusión mediática que esto está ocupando, el dedicar ese pastón a tales necesidades?.
Todos los países europeos están teniendo ya este problema y lo enfocan de forma distinta, sin entrar en semejantes riesgos. Francamente, no me parece un acto de solidaridad bien entendida, ¿será que España es diferente, que con la Iglesia hemos topado, o ambas cosas a la vez?” 
Han pasado solo dos meses y hoy el riesgo, desgraciada y anunciadamente, es ya una realidad, y como era de esperar en el país de las dimisiones imposibles, ni ministra ni presidente del gobierno, como responsables de la decisión última de haber importado el virus letal (y por dos veces), así como la Iglesia (Eugenio: …si pero, ¿hay alguien más?), quien pidió tamaña locura, incurren de nuevo en el remedio habitual: silencio y balones fuera.
Pero como aquí a una irresponsabilidad suele acompañar una chapuza, ahora nos enteramos que, ya en su momento, el personal sanitario denunció el hecho (silenciado), de que no estábamos preparados suficientemente para acoger tales riesgos, y que la enfermera contagiada (una buena profesional), incluso al poco tiempo notificó el tener síntomas de contagio y que hasta ¡pasados 5 días! no se le atendió convenientemente, de manera que ahora ya son unos treinta las personas en observación, algo que lógicamente puede acarrear acciones piramidales en cadena de tremendas consecuencias, aunque claro, lo improcedente siempre resulta ser el alarmismo, para al final acabar cogiendo el rábano por las hojas, pues bien está averiguar ahora donde ha estado el fallo del contagio, que bien pudiera estar, al parecer, en la inadecuación de los trajes utilizados o en la falta de cuidado al sacárselos (requiere unos ¾ de hora), etc., pero ese no es el principal problema.
Lo que si es evidente es que si en el momento en el que, egoístamente y de forma harto irresponsable, la Iglesia solicita el traslado, se le comunica que el riesgo es muy superior a las hipotéticos y poco probables posibilidades de salvación de los enfermos, que en todo caso han de ser tratados en origen, y que el país no puede permitirse tales riesgos, tanto para España como para Europa en general, como hubiera sido lo responsable en bien de todos, esto no hubiera sucedido.
Pues bien, los que han incurrido en tamaña irresponsabilidad, siguen ahí, tomando decisiones, poniéndose medallas sobre lo bien que lo hacemos todos, achacando la tragedia a “algún descuido”, y obviando la verdadera causa del problema, el haber importado irresponsablemente una enfermedad que no tiene cura, de facilísimo contagio, de una mortandad casi absoluta y para cuya atención no estábamos preparados.
No hay día sin escándalo…, pero siempre a costa del ciudadano, aunque esto ya son palabras mayores.  

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