Opinión

¿Políticos con ideas?

El pasado sábado, Atlántico llevaba a cabo una entrevista con Miguel Barros Puente, un político al que le tengo especial aprecio, respeto y consideración.
Nos conocimos en los albores de la esperada democracia, yo como aparejador municipal del ayuntamiento de Vigo y él como concejal del PSOE en la casa, como segundo del compañeiro Soto. Fue entonces Miguel, el único que recuerdo con la suficiente vergüenza torera como para dimitir de aquella cueva de Alí Babá, alguien a quien siempre he puesto de ejemplo de político que llega a la cosa pública con ilusión y esperanza y que, finalmente, ante tanta golfería alrededor, por mantener su dignidad, no le quedó mas camino que marcharse. Un político sin tacha. Recuerdo cuando le presenté a Desiderio Pernas, arquitecto, profesional como la copa de un pino, y que también ingenua y desinteresadamente, acabó sirviendo a la política desde Alianza Popular. Una conversación inteligente, llena de matices y con un respeto mutuo desconocido hoy en día entre políticos de distinto pelaje, un encuentro que me hizo creer por un momento en que el entendimiento entre distintos puntos de ver las cosas en este país podría ser posible (ingenuidades de la edad). Eran tiempos de esperanzas y de personas de adecuada talla. Mas tarde coincidimos en la UNED, él en Políticas y yo de Derecho. Pocos contactos pero una huella indeleble.
Su vuelta a la política activa, no solo es un lujo para todos, sino que además aterriza de nuevo y con ideas, como no podía ser menos. Su propuesta de crear nuevas Cajas de Ahorros metropolitanas, que pongan en marcha los principales ayuntamientos gallegos, me parece digna de toda consideración. Siempre creí que las cajas eran inventos extraordinarios, que desgraciadamente se fueron adulterando con los años y convirtiendo en algo absolutamente ajeno a la idea primigenia, deslumbrados por la posibilidad que se les ofrecía de asimilarse a los bancos, extendiendo su ámbito de actuación y acabar actuando como ellos.
Una Caja que capte el ahorro de nuestro ámbito provincial (Caixa Rias Baixas), para invertir exclusivamente en ella, para potenciar su industria, su comercio, sus iniciativas, el desarrollo local y las ayudas a sus impositores, con independencia absoluta de organismos oficiales, me parece irrenunciable, le guste o no le guste a Merkel y aunque por ello, su siervo hispano, y aunque gallego, no esté por la materia. Vigo y su área, al igual que La Coruña y el resto de Galicia, han convertido sus cajas en un banco mejicano, que por muchas historias que quieran contarnos, no deja de ser un banco sometido al interés de sus accionistas, lo cual es perfectamente admisible, pero que en nada, o casi nada, beneficia a Galicia en general, ni a sus ciudadanos en particular, al menos en la medida en que podría hacerlo y lo ha hecho una Caja local, puesto que esta, el no repartir beneficios, al tener que invertirlos en obra social, algo que conocemos sobrada y afortunadamente en Galicia, hace que la elección no tenga color. De hecho, la barbaridad de poner en manos de una banca privada, todo el patrimonio social y cultural de las antiguas cajas gallegas, es una burrada de un calibre inimaginable, pues en cualquier momento, de la noche a la mañana, podemos quedarnos sin nada. De momento, todos los proyectos en marcha de ambas Cajas han quedado en el olvido (los beneficios, lógicamente son para el reparto entre sus accionistas), y valga como prueba las obras del Teatro-Cine Fraga en nuestra ciudad.
La creación de una caja popular en el ámbito metropolitano de Vigo y Pontevedra, otra en La Coruña, en Lugo y en Orense, quizá vaciasen de impositores a la banca mejicana, pero sin lugar a dudas darían de nuevo un impulso impagable a nuestro entorno.
El “qué” parece interesante, aunque ahora falta saber lo fundamental de toda propuesta, el “como”. En Galicia, las dos cajas se las han cargado dos caciques y su entorno, dueños y señores del juguete, y en el resto de España los políticos que las han tomado por asalto y como instrumento de financiación de sus partidos, de sus ocurrencias y de sus necesidades electorales, por lo que el “como” es fundamental, y a mi modo de ver, ello pasa por alejar de tal tesoro, tanto a caciques como a políticos, dejándolas en cuanto a su funcionamiento y control, en manos de gerentes profesionales, con absoluta transparencia y decisiones colegiadas entre los representantes de todo el ámbito del área.
Si para fundar una caja es preciso un capital de 18 millones, y nuestro ámbito habría de ser provincial, bien podría poner 6 la Xunta, 3 la Diputación (50% entre ambos) y el resto los distintos ayuntamientos, proporcionalmente a su peso poblacional, y figurar con esa proporción en el Consejo de Administración. Todo es matizable, negociable y mejorable. Bienvenido Miguel Barros, a tus 70 años y con un digno pasado, un soplo de aire fresco.

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