Opinión

¿Tu pitarás?

Un tipo se fue de viaje a Londres, lo que comunicó a sus amigos, quienes le llenaron de encargos, pero uno de ellos le dió 1 libra y le encargó que le trajera un pito de arbitro de la liga inglesa. La respuesta no pudo ser mas adecuada: Tu pitarás.
El símil viene perfectamente a cuento de un nuevo capitulo de quien cree que hay otro Vigo posible, “Salvemos la Panificadora”.
Si dejamos aparcada la discusión sobre la conveniencia o no de salvaguardar los restos de una industria dedicada a confeccionar el peor pan que se recuerda en la ciudad (yo si me lo he tenido que tragar y lo recuerdo perfectamente), así como si tal industria representa algún hito especial en el progreso de la ciudad y de la industria viguesa, algo incuestionable para un grupo en el que la mayoría ni siquiera había nacido entonces (son cuestiones opinables), y nos centramos en la posibilidad de llevar a cabo cualquier obra de rehabilitación o de intervención en los restos de tal “monumento”, creo que tal y como se está defendiendo el asunto, no conduce a que nadie pueda acabar pitando ni en tercera regional.
El solar de la Panificadora es una propiedad particular. Hace algo más de 25 años y ya, de largo, sin actividad, sus propietarios solicitaron del ayuntamiento una licencia para derribar lo que quedaba y en su lugar edificar lo que la normativa de entonces permitía, que consistía en edificación cerrada con patio de manzana para edificios de 6 plantas en todo el perímetro de las calles. Días antes de conceder la licencia, un concejal (“progresista”) vecino de la zona, enterado de la solicitud y tras manifestar que no iba a permitir que los ricos del barrio se enriquecieran todavía más con la venta de la propiedad, elevó al Pleno del Ayuntamiento una propuesta de inclusión de la zona en el ámbito del Casco Vello, con lo que consiguió, de sus colegas, llevar a cabo su miserable propósito, que por supuesto no era el de preservar ningún monumento en bien de la ciudad.
A partir de entonces, y para evitar el ayuntamiento abonar las correspondientes compensaciones económicas, a quienes habían solicitado para el solar lo que permitía la ordenanza de aplicación, comenzaron toda una serie de negociaciones con los propietarios para que renunciasen a la licencia, a cambio de construir unas torres, cambiando la edificación cerrada por abierta, liberando suelo frente a las calles y concentrando la edificación en dos torres, al igual que se hizo, y con el mismo ánimo, para lo que hoy es el Club Financiero, donde si se tiró la antigua fabrica. 
Los engaños a la propiedad, y a la ciudad, por parte de los distintos “responsables” municipales que se fueron sucediendo desde entonces, han sido constantes hasta la práctica ruina de la empresa, quien siempre actuó con una mezcla de buena fe e ingenuidad, hasta llegada la crisis actual con la que ya el asunto entró en punto muerto. Hasta aquí, lo expuesto es un mínimo resumen de algo que conozco a la perfección y sobre lo que podría escribirse un tratado de lo mas canallesco.
Puesto en la piel de quienes pretenden su restauración, creo sinceramente que por el camino emprendido nada se va a conseguir.
El juego de la fantasía se ha practicado ya demasiadas veces en Vigo con resultados todos ellos absolutamente improductivos, pues lo de hacer anteproyectos, la especialidad de Vigo, si no hay tela de por medio, no sirve de nada, y sobre todo en los tiempos que corremos.
Para hacer algo en la Panificadora hay que poner mucho dinero sobre la mesa, tanto si se compra el solar como si se expropia, pues el justiprecio no se reduce por ansia alguna de conservación o de fastidiar a alguien, razón primera de la actual ruína. Adquirido el solar, habrá que seguir poniendo dinero sobre la mesa para llevar a cabo la reforma que, como viene siendo habitual, se encargará a un fenómeno para hacer un proyecto estrella, que acabará costando un pastón enorme con sus correspondientes reformados y aumentos de presupuesto correspondientes (de eso en Vigo sabemos latín). Ya si ello resulta absolutamente imposible hoy en día para ninguna administración, menos lo es que el uso no sea para algo absolutamente imprescindible para la ciudad, y pretender que alguna administración se gaste un pastón en una biblioteca, es de una ingenuidad parecida a lo del AVE por Cerdedo, o lo de la ampliación del puerto, el nuevo ayuntamiento y fantasías similares. Los tiempos de la Casa de las Palabras, del Marco o del Museo del Mar (este si es importante para Vigo aunque vergonzosamente mal aprovechado), difícilmente volverán.
Si se quiere recuperar la Panificadora, solo es posible por cuenta de la iniciativa privada y buscando usos que hagan posible el retorno a la inversión, lo demás son brindis al sol. Solo así concederían los bancos los créditos necesarios, y solo así podría encontrase un inversor que apostara por el proyecto.
Sinceramente, en lugar de pasarse el día haciendo dibujitos y exposiciones en aras del lamento y la utopía, es preferible emplear el tiempo en hacer estudios para la búsqueda de actividades que, respetando lo respetable, proporcionen a quienes se embarquen en la aventura, la rentabilidad que cualquier proyecto con futuro haya de proporcionar y, una vez encontradas distintas opciones, ir al encuentro del pardillo que quiera hacer la travesía y rezar para que desde nuestro concello encuentre apoyos, lo que quizá resulte infinitamente mas complicado que todo lo expuesto.
Suerte.

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