Opinión

O ilusionamos, o apaga y vámonos

Esta pasada semana se ha puesto de manifiesto, de nuevo, la preocupación por parte de quienes defienden la utilización habitual del gallego en la vida cotidiana, ante los datos aparecidos referentes a la caída, cada vez mas acentuada, de su utilización por parte de una juventud que no encuentra en el uso del idioma autóctono, un aliciente hacia su mejor comunicación con el mundo exterior que le rodea.


Antes de nada, cuando se trata de temas sensibles como el que nos ocupa, conviene dejar claras algunas cosas, previas a tratar sobre la opinión particular que uno tiene sobre el asunto. 
He nacido en Barcelona, en pleno centro de la ciudad, en los años 40 de una España franquista, en una ciudad en la que el impuesto idioma oficial era el español, pero que la práctica totalidad de sus habitantes hablaba en catalán, ya fuera en el centro de la ciudad como en sus alrededores, con una burguesía defensora de su utilización y un pueblo entregado a ello. Llegué a Vigo a principios de los 50 hablando solo catalán, a una ciudad en la que prácticamente nadie hablaba gallego, salvo en el rural de los alrededores, con una burguesía que se expresaba únicamente en español, desconocía el gallego, e incluso menospreciaba a quienes lo hablasen, a quienes tildaba de aldeanos. Actualmente, en Barcelona el idioma oficial es el catalán, cuando en la calle se habla mucho menos que entonces, mientras en Vigo, coexisten oficialmente ambos idiomas y en la calle se habla mucho más gallego que entonces, aunque no mayoritariamente, sin que los criterios de esa pretendida burguesía hayan cambiado demasiado. Esta es la auténtica realidad, virgen de cualquier interesada contaminación mediática actual, que se quiera trasladar a nuevas generaciones que no vivieron ni de lejos aquellos tiempos. Decir finalmente que después de mas de 60 años de mi salida de Barcelona, sigo hablando catalán, he aprendido el gallego con el que puedo mantener cualquier conversación, pero me expreso regularmente en español.
Hoy los medios se preguntan el porqué del fracaso en la utilización del gallego en la vida cotidiana de nuestros jóvenes, razones que a mi entender no son tan esquivas en cuanto a su puesta en razón, si nos abstraemos de fanatismos y prejuicios, tanto en pro como en contra.
El primer error creo que reside en la imposición en la escuela, el mismo error que cometió la España franquista en Cataluña con el español, idioma al que se rechazaba sistemáticamente por ello. De nada sirve obligar a un niño a estudiar en un idioma ajeno al que usan sus padres a diario, sus amigos, la televisión, los personajes a los que admiran, etc. A ello hay que añadir que cuando se optó absurdamente por abandonar la opción lusista, se dio un portazo a integrarse en un idioma hablado por cerca de 200 millones de personas en el mundo. El joven, por otro lado, ve que, a efectos prácticos, de nada le sirve el idioma en un mundo en expansión en el que la tendencia es a aprender idiomas mas universales, de manera que la conservación de un idioma que consideran de poca utilidad, no les motiva para nada, por muy propio que hubiera sido de sus ancestros. El sesgo escandalosamente aldeano que se le ha dado, y se sigue dando, a la televisión gallega, a los efectos políticos de captar el voto rural, tampoco ayuda al fomento del uso del idioma en las ciudades, en las que aun prevalece gran parte de las descalificaciones que antaño se hacían hacia un sentimiento rural vergonzante, con el que muy pocos se identifican en las ciudades. En Cataluña, por poner un ejemplo, se ha optado en la televisión por un catalán mas culto, mas cosmopolita y menos rural, pero, sobre todo, el mayor error es el de no haber buscado ilusionar al joven con el uso del idioma, un estimulo absolutamente necesario por el que nadie, absolutamente nadie, ha hecho nada en estos años, y no vale culpar exclusivamente por ello a la Xunta.
¿Acaso alguien puede pensar que un joven, en edad escolar, puede tener algún apego, por si mismo, hacia un idioma que se le impone, que le supone un obstáculo, que es minoritario, que no utilizan regularmente ni padres ni amigos, que no es el que ve en las principales cadenas de televisión, en Internet, en sus chateos con los colegas, etc.?
Definitivamente, las cosas se han hecho al revés, y de ello creo que solo tienen la culpa quienes realmente pretenden que sus menores preserven el idioma con imposiciones y sin estimulo alguno, pues el resultado no solo es negativo hacia sus anhelos, sino que finalmente lo que están consiguiendo es que esa juventud, salvo excepciones, acabe aborreciendo el idioma.
Si se quiere no perder el uso del gallego, es preciso rectificar, hacerlo rápido y por medios absolutamente opuestos a los empleados hasta ahora. 

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