Opinión

Escandalícense, coño

Nuestra Constitución es la ley suprema del Estado, en ella, concretamente en el artículo 6, se especifica claramente al hablar de los partidos políticos que “Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”. 
Hoy en España, cualquier ciudadano sabe, y con mayor intensidad quienes se hayan afiliado a un partido político (solo algo mas del 1% de los españoles, así nos va), que ni la estructura interna, ni el funcionamiento de los partidos, tienen nada de democráticos, que en ellos nada o muy poco deciden sus militantes, que en algunos casos solo quienes forman parte del “aparato” toman decisiones, pero que lo general es que sea el “capo di tutti capi” quien las toma, vulnerando claramente el mandato constitucional y poniendo en claro que nuestra Constitución, mas que reformas, lo que necesita es que alguien (que no sea el TC puesto por ellos) la haga cumplir. Lo que ya clama al cielo es que incluso ello se haga a bombo y platillo, con anuncio urbi et orbe y hasta con un cierto aire de regodeo, superando incluso tamaño dislate el que los medios, no solo no se escandalicen, sino que incluso se lo tomen como algo normal e incluso esperado, como cuando Aznar, “nombró” sucesor a Rajoy.
Nuestro presidente del gobierno, y a su vez del partido popular, acaba de anunciarnos a todos, que ha decidido ser el candidato de su partido para las próximas elecciones generales, apelando a la razón mas democrática que se le ocurre: porque le sale de allí, porque puede y porque al que lo ponga en duda lo fulmina, con vítores del personal paniaguado y alabanzas por ello a sus santos huevos, y olé. ¡Como tiene que ser!  Autoridad.
Al mismo tiempo, a la pregunta de que va a pasar con la postulante Esperanza Aguirre para la alcaldía de Madrid, y del resto para las demás ciudades (lo de Vigo, entregado a Caballero, es patético) la respuesta no es la de “ya veremos que opinan los militantes”, sino “ya veré”, “ahora no toca” y manifestaciones democráticas de tal calibre.
¿Alguien me puede explicar que diferencia hay entre esto y una dictadura a la hora de regir un partido político? ¿Se puede considerar constitucional un partido que funcione de tal manera?
El problema no solo es Rajoy, quien sabe perfectamente que eso no es democracia ni farrapo de gaita (de eso se le supone que entiende), sino sus militantes, la prensa y el pueblo en general, sin que nadie se escandalice, sin que nadie apele a los principios democráticos y sin que nadie lo denuncie ante el Tribunal Constitucional. Pero, ¿qué burla es esa?
En un partido “democrático” los programas los aprueban las bases, y las candidaturas las confeccionan también sus afiliados, de listas abiertas formadas por quienes se postulan para entrar en ellas, ni siquiera optando por listas cerradas de distintas candidaturas para uniformar criterios, cuestión menor cuando el único criterio a considerar es el que emana del programa aprobado por las bases, al que se debe someter la lista finalmente resultante, en el orden de votos recibidos. Son las bases las que ostentan el poder (democracia interna), tal y como reza la Constitución.
Ni la decisión de que Esperanza Aguirre sea la candidata a la alcaldía de Madrid, ni que Rajoy sea el candidato a la presidencia del gobierno, dependen de capo alguno, sino única y exclusivamente de las bases.
Si, España sigue siendo una dictadura disfrazada formalmente de lagarterana, no militar, no de sangre, no excesivamente autoritaria, no de partido único pero, si en el caso de Franco, además de lo indicado le podía la Iglesia y su nacional-catolicismo, hoy su lugar, aparte de esto último también presente, exenta de impuestos que pagamos los demás, en un Estado al que llamamos laico, lo ocupan la banca y las multinacionales, quienes pagan la factura del partido y por otra parte la Merkel, la acreedora que nos tira de los cataplines a todos para que paguemos la factura del gobierno y sus 17 caralladas.
Posiblemente algún día lleguemos a conocer la democracia en España, pero no sin antes sustituir esta generación, mamada en la dictadura, sus herederos y sus prácticas, y unos medios inexplicablemente entregados a unos modos absolutamente ajenos a cualquier proceder democrático.
El problema es que a las generaciones entrantes, todos estos asuntos les traen bastante al pairo. Nunca España estuvo tan fácil para los canallas. 

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