Opinión

El Ébola, riesgos y solidaridad

El Ébola, que toma su nombre del rio Ebola, en la actual república democrática del Congo (antiguo Zaire), es una enfermedad infecciosa altamente contaminante, muy grave, que afecta tanto a personas como animales, enfermedad de la que no existe vacuna ni tratamiento garantizado, con una tasa de mortandad del 90% y una evolución muy rápida hasta el fallecimiento del infectado. Se contagia directamente a través de los líquidos corporales infectados, tales como sangre, saliva, sudor, orina, vómitos, siendo altísimo el riesgo de contagios y propagación, de tal manera que hoy en día es la primera enfermedad de riesgo de contagio para altos porcentajes de población en la que el virus se haya asentado. Actualmente esta radicada en varios países africanos y aunque no se tiene claro su origen, se supone que proviene originalmente de la mordedura de algún murciélago, transmitido posteriormente a animales y finalmente al hombre, dándose el caso de haberse registrado ya la muerte de mas de 5.000 gorilas con la amenaza de su extinción en algunos países.
Como consecuencia de ello, la mayor parte de los países están extremando las medidas para impedir la entrada en ellos de personas contaminadas, dado el riesgo enorme que ello comporta a la hora de evitar una propagación rápida que pueda convertir el hecho en una epidemia de consecuencias espantosas, ya que si el tráfico con países africanos infectados, desde el resto del mundo, es escaso, el producido entre países no centroafricanos es extremadamente fluido y por tanto incontrolable, tratándose de aislar en lo posible los lugares donde se asienta para ser allí tratado, ayudando a ello al máximo, pero en los países de origen. 
Así las cosas, dos religiosos católicos españoles (cura y monja) con el ébola contraído en Liberia, son trasladados a España por decisión gubernamental. Para ello se organiza un dispositivo de altísimo riesgo y precio, desplazando, no una avioneta, sino un inmenso avión al que se dota de una estructura complicadísima para no ser contaminado ni contaminar al personal adscrito a tal traslado, lo que se repetirá con la ambulancia que los recoja en el aeropuerto de destino, desalojando un hospital de Madrid y trasladando a todos sus pacientes a otro, haciendo entrar en riesgo a todo el  hospital y al personal que les atienda, para, seguramente no poder evitar sus muertes, ya que como se apuntó al principio, la mortandad es del 90% y el riesgo de contaminación y posterior propagación enorme.
Ante esto, surgen infinidad de cuestiones.
En primer lugar, es evidente que el Estado español ha de hacer lo posible para garantizar la vida de sus ciudadanos, pero aquí conviene matizar sobre si la situación de riesgo ha sido o no buscada, pues no es lo mismo la situación de quien en viaje de placer, negocios o trabajo a un país  exento de riesgos es secuestrado, que quien, ya sea de una ONG o de una institución religiosa, lo hace a países de alto riesgo, ya sea de guerra o de enfermedad, y más aun para quien se mete directamente en la guerra o en el cuidado de la enfermedad, pues se trata de personas que conocen, o deberían conocer muy bien, el riesgo y aceptar sus consecuencias.
En otro orden de cosas, y dejando a un lado miopes y pacatas sensiblerías, ¿vele la pena arriesgar a todo un país a una epidemia, por un 10% de posibilidades de salvar a dos personas infectadas sin demasiadas esperanzas de curación?. Si finalmente  se propaga la enfermedad, ¿en que se concretarán las responsabilidades de un gobierno que toma decisiones de tal calibre?, ¿simplemente en que no volvamos a votarles?. ¿Se montaría semejante dispositivo si en lugar de tratarse de dos miembros de la religión que profesa todo el gobierno, estuviéramos hablando de dos obreros o de dos testigos de Jehová?. ¿Se ha valorado convenientemente el riesgo para la salud de todos los pacientes del hospital que hay que evacuar?. ¿Es preferible entrar en tamaño coste cuando se está negando la ayuda familiar a tantas familias españolas con enfermos que fallecen por falta de atención?. Considerando que estos señores se metieron en riesgo, no como españoles ni por causa de España, sino como religiosos y por causas vaticanas, ¿Pagará el Vaticano los gastos o parte de ellos? ¿Por qué no los trasladan al hospital vaticano?, ¿Se busca un efecto mediático electoral con todo este dispositivo?. 
Si el contagio a los “jefes” del hospital hubiera tenido lugar en un barco, estos deberían ser los últimos en evacuar el buque en lugar de ser los primeros en abandonarlo, rescatados por la compañía a bombo y platillo. Por otra parte, ¿cómo admiten abandonar a sus pacientes, a un coste desorbitado, con el que se podrían salvar tantas necesidades claras y evidentes en el propio pais y con ciudadanos también españoles, pero menos irresponsables?, ¿en que queda la caridad cristiana?, ¿en practicarla cuando no hay problema y en salir por piernas cuando nos contagiamos?. En caso de haber renunciado al desorbitado gasto en favor de tantos enfermos terminales en España, admitiría el gobierno, sin la repercusión mediática que esto está ocupando, el dedicar ese pastón a tales necesidades?.
Todos los países europeos están teniendo ya este problema y lo enfocan de forma distinta, sin entrar en semejantes riesgos. Francamente, no me parece un acto de solidaridad bien entendida, ¿será que España es diferente, que con la Iglesia hemos topado, o ambas cosas a la vez?

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