Opinión

La petición y el ruego

Una de las frases que se ha convertido en viral entre las muchas interesantes reflexiones que pronunció en su ceremonia constitucional la princesa de Asturias, –es como se expresa ahora el índice de calidad de un mensaje que ha obtenido mucha difusión aunque suene más a epidemia que a impacto comunicador- es aquella que dice: “pido que confiéis en mí como yo confío en España”. La petición no es en absoluto irreflexiva ni está de menos al contemplar el marco en el que la princesa Leonor de Borbón formuló su juramento. Lo hacía en una ceremonia en la que el presidente Sánchez le prometía la lealtad del Gobierno sabiendo como sabían –tanto él como ella- que tres de los ministros que en él se integran habían decidido por propia iniciativa no asistir. Y no solo esos ministros, sino que la mayor parte de los responsables políticos que respaldan a Sánchez en su deseo de renovarse como primer ministro, también le daban la espalda a la ceremonia e igualmente se declaraban ausentes de un acto trascendente. Por tanto, a la hora de diseccionar todo el contenido de este importante mensaje, habremos de estar de acuerdo en que si bien su conclusión es del todo cierta y la princesa de Asturias expresa la confianza que le inspira un país que ha sido monarquía durante la mayor parte de su existencia, la promesa de lealtad hacia ella como máxima representante del futuro de la institución expresada por el primer ministro, apenas tiene visos de verdad y la petición de que el país le otorgue un voto de confianza está más que justificada. En boca de Leonor, el contenido de este mensaje podría tomarse más como un ruego no exento de prevención y angustia, ante el desolador comportamiento de la Cámara a la que no le ha importado lo más mínimo que una buena parte de sus integrantes la dejara sola en esta importante faceta de su vida. Semejante escenario no transmite precisamente ilusión ni irradia optimismo no solo para la monarquía sino para la sociedad. Pero sobre todo transmite la pobreza de espíritu de buena parte de un Congreso de los Diputados que ha renunciado a muchas de sus necesarias condiciones de honor, seriedad y compromiso institucional sean cuales sean las ideas que se defienden. Sospecho que tenemos una Cámara lamentable, pero es la que hay y así tendremos que asumirla.

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