Opinión

Un organismo en la selva

Toda la selva intrincada y sombría que rodea desde hace tiempo el comportamiento de la Real Federación Española de Fútbol transmite al contribuyente de a pie un lote casi infinito de sospechas, recelos, aprensión y sensaciones de falta de escrúpulos. No hay día que no aparezcan signos inequívocos de malas prácticas, actividades dudosas y manejos subterráneos, pero es que incluso cuando el argumento del episodio a vivir no está directamente emparentado con este cúmulo de actitudes indignas los designios del organismos son tan incomprensibles que vuelven a levantar ampollas en las mentes honradas de un país que está empezando a estar hasta la coronilla de organismos opacos, manejos en la sombra y personajes corruptos que nos salen por las orejas. Ayer fue uno de esos días en los que la trastienda que lastra desde hace tiempo el devenir de un organismo como el que rige el fútbol nacional, aparece con toda su impactante truculencia gráficamente plasmada en el recibimiento que esperaba a pie de pista a su ex presidente Rubiales nada más aterrizar desde la República Dominicana. Una furgoneta con los cristales tintados y dos agentes de la Guardia Civil que nada más descender por la escalerilla del avión, le leyeron sus derechos y lo metieron en el interior del vehículo rumbo a las dependencias policiales donde esperaban tomarle declaración requerimiento al que, acogiéndose a su derecho, se negó.

El sainete, que desde un punto de vista estrictamente natural no tiene ni pies ni cabeza porque semejante despliegue operativo se resolvió dejando en libertad al declarante a la espera de que el juez lo cite y determine su próximo destino, ocurría al compás de la decisión que debía tomar este mismo y vituperado organismo -hoy en desbandada y regido en precario por una junta provisional- sobre el caso del portero del Rayo Majadahonda al que martirizaron los seguidores del Sestao su equipo rival, vejándolo e insultándole todo el partido sin que ninguna autoridad tomara cartas en el asunto hasta que el pobre no pudo más, saltó la valla y se encaró con sus agresores. Al portero le han caído dos partidos y a su equipo la pérdida de tres puntos en castigo por abandonar el terreno de juego. Sospecho que existían docenas de soluciones mejores que este disparate, pero viniendo de la RFEF cualquier cosa es posible. Pura ley de Murphy.

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