Opinión

La hora del retiro

Alberto Garzón es uno de esos personajes difícilmente clasificables cuya única verdad apreciable a primera vista es la que afirma que ha perdido con la política. No es el único, y en este gobierno en funciones que ha cumplido ciclo a la espera del que le sucederá, hay ejemplos similares abundantes, Grande Marlaska, Robles o Calviño por poner ejemplos. Pero Calviño es más digno de conmiseración porque ni siquiera ha ganado en cuota de conocimiento, ni ha conmovido a nadie para bien o para mal. Es un elemento neutro. 
En mi opinión lo ha perdido todo incluyendo en el lote, tesoros tan apreciables como el prestigio, la serenidad de conciencia, la dignidad y el sosiego.  En mi opinión, este joven economista riojano de nacimiento y malagueño de adopción, podría haber sido un ilustre profesor y un adorable ciudadano sin más proyección. Un padre de familia ejemplar, amigo leal, contertulio entretenido de sábado por la mañana en la plaza Urzibai, y compañero excelente para compartir excursiones a la serranía de Ronda y partidos de fútbol en la Rosaleda los domingos por la tarde. Y sin embargo, aceptó ser ministro de cualquier cosa como pago por los servicios prestados a la causa del tripartito, y cargó con una cartera improvisada en la que ha languidecido y trampeado sin el menor interés y sin resultado alguno, negándose su propia trascendencia convertido en un descolorido chico para todo y lo que es aún peor, para nada. La historia  le considerará merecidamente como un completo inútil, incompetente, incapaz de dejar nada hecho en sus años de ministro, abúlico e ignorante en la materia que le ha tocado administrar, solitario y prescindible. Nadie le ha hecho puñetero caso, no ha sacado adelante actuación alguna y además, y según sus propias confesiones, lo ha pasado fatal.
Garzón acaba de renunciar no solo a su cargo de ministro –situación de casi imposible continuidad- sino a su condición de coordinar de Izquierda Unida. Lo hace, según confesión, en beneficio de los suyos –está casado con una médico de familia y tiene tres hijos- que han soportado dieciséis años de zozobra y su continua ausencia. Seguro que lo van a agradecer los cinco y Alberto Garzón va a volver a vivir y a disfrutar de la vida. Lo agradecerán ellos y lo vamos a agradecer todos los demás. Mientras tanto, los precios siguen subiendo.

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