Opinión

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Repasando los aspectos más olvidados del pop español de la época dorada, me he encontrado con los primeros trabajos de Víctor Manuel, el autor musical compañero hoy de Ana Belén, con la que forma una de las parejas más equilibradas y condenadamente perfectas del país en todo tiempo y lugar hasta el punto de que se apela  a ellos como ejemplo de armonía y unión al paso de los años.
Víctor Manuel se distinguía entonces por unas canciones de contenido bucólico y temática muy suavemente comprometida, capaces de conquistar a la juventud pretendidamente contestaría del momento sin encabronar al régimen que lo tenía en el telémetro, todo acompañado por una dicción muy particular y un muy marcado acento asturiano tan exagerado que a veces parecía incluso de pega. Era tanta la melancólica pose del cantautor y tan reconocible su acento que el dúo de humoristas  Martes y 13 lo frió materialmente con sus caricaturas, uno representándolo llorando a moco tendido mientras, calzado con zuecos y tocado con una montera, cantaba sosteniendo en las manos una gaita, al tiempo que el otro, en segundo plano, escanciaba una botella de sidra y le limpiaba con un pañuelo las lágrimas que le resbalaban por las mejillas. El abuelo fue picador allá en la mina, las neñas del pueblo no dejaban de bailar mientras existía una gaita y había sidra en el lagar… y todos los lugares comunes posibles, con olor a queso de Cabrales.
Ese tipo de cuadros cómicos hoy serían impensables porque hemos desarrollado un protocolo de comportamiento social que impide, entre otras muchas prohibiciones, tomarse de coña los estereotipos regionales. Están tácitamente prohibidas las bromas con aquellos rasgos personales que caricaturizan los que se suponen propios de las comunidades autónomas, y ahora a nadie se le ocurriría hacer chistes  apelando al amor por la peseta de los catalanes, la desconfianza de los gallegos, la testarudez de los aragoneses, la languidez de los canarios, las ganas de juerga de los andaluces o la chulería de los madrileños. Comprendo que los tiempos cambian, pero a mí siempre me ha parecido un humor blanco e inofensivo ese de la caricatura regional, aunque ahora  no se tolere y a nadie se le ocurra hacerlo. Hay cosas mucho peores que sigue vigentes.

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