Opinión

El gato en la cabeza

Si  bien vivimos un momento desventurado y opresivo que se espesa cada día que pasa  con mayor y más inquietante intensidad y ofrece  signos variados que favorecen la general preocupación de los administrados, escenas pintorescas se producen mientras tanto que parecen organizadas previamente para aliviar tensiones y arrancar sonrisas en escenarios en los que malditas las ganas que tiene uno de reírse. Hace un par de días, se producía un acto solemne presidido por el ministro Grande Marlaska que concluyó con la concesión de la Gran Cruz de la Orden del Mérito de la Guardia Civil al fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Jesús Alonso, el mismo que en su momento aplicó el tratamiento de grupo terrorista a los aguerridos muchachos de Tsunami Democratic, denominación que se ha visto en la obligación de modificar por imperativo categórico pues estos sujetos especializados en guerrilla callejera como fuerza de choque de la independencia catalana, se van a  lucrar de la amnistía concedida por el presidente y no era cosa de  enturbiar una concesión tan magnánima con ese tratamiento, faltaría más que hoy tiramos los precios.
Sin embargo, y a pesar de su trascendencia –al acto no solo asistió el ministro sino toda la cúpula judicial del país con el fiscal general del Estado que puso en la garita Dolores Delgado al despedirse haciéndole compañía- nadie se fijó en el valor de la medalla concedida ni siquiera atendió a las palabras que pronunciaron los protagonistas de la ceremonia. Alonso, cuya calvicie a pesar de su juventud exultante era una característica muy acusada de su apariencia exterior, compareció al acto dotado de un perfil radicalmente distinto al habitual: “¿Pero qué se ha puesto ese hombre en la cabeza?” preguntaron algunos de los reunidos que conocen de sobra al fiscal galardonado. En efecto su señoría compareció en el acto con una estrafalaria mata de pelo negro donde antes había galopante alopecia, acomodada además de un modo muy singular. Parecía como si el fiscal se hubiera colocado sobre la cabeza un gato de angora, de pelaje hirsuto y tono oscuro, que le tapaba la frente aunque dejara al descubierto la desnudez de las sienes.  Un auténtico dislate estético. Alguien agradeció al fiscal su sistema de romper el hielo y aventar la sonrisa que tanta falta hace. Otra cosa es que Alonso fuera consciente de ello.

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