Opinión

El mundo que viene

Mientras el planeta se asoma expectante al desarrollo de un creciente conflicto en el Medio Oriente que amenaza con generalizarse y sumergirlo en un conflicto bélico de alarmantes proporciones, el independentismo catalán sigue a los suyo, persiguiendo un objetivo que en este escenario apocalíptico que se nos anuncia y que es necesario compartir, suena tan egocéntrico como grotesco. La Cataluña independentista, sostenida por peones bárbaros que no atienden a razones ni ven más allá de sus propias narices, desempeña en esta ecuación el papel más absurdo de toda la representación, plantada en su postura inicial, sin reflexión ni capacidad de análisis, víctima de su enano comportamiento, comida por el egoísmo y de espaldas al camino que emprende el nuevo orden social, la globalidad y el mundo que busca soluciones en mitad de un siglo nuevo. Viendo a un personaje tan obtuso y romo de pensamiento como Puigdemont, observando la catadura intelectual de su cinturón de hierro cuyos componentes no han evolucionado en sus claves de pensamiento, analizando los disparates y las interpretaciones partidistas a las que conduce su credo si es que este credo existe, no está de más preguntarse hasta dónde puede extenderse la cerrilidad,  cuál es la frontera de un narcisismo  inmovilista e involutivo, cómo se puede vivir suponiendo que lo suyo es lo único que cuenta y lo de los demás no vale nada aunque lo de los demás sea la posibilidad de enfrentarse a un conflicto bélico.
Personalmente no tengo la más mínima confianza en que las elecciones catalanas e incluso las elecciones vascas sirvan para equilibrar una posición que se ha ido de quicio. El objetivo del nacionalismo catalán es la ruptura con el resto del país aunque ninguno de los que contribuyen a expandir esta teoría se haya parado a reflexionar sobre sus consecuencias. O quizá sí lo han hecho y han encontrado tantas desventajas que han resuelto no decirlas para evitar pinchar el globo.
En realidad, da lo mismo, porque la implantación de una doctrina a piñón fijo invalidad cualquier posibilidad de reducir los niveles de riesgo. En este marco mundial en el que las alianzas se muestran como argumentos prevalentes, una aventura tan individual como la de un territorio desgajado y en la periferia de las instituciones internacionales es un suicidio. Pero eso lo comprobarán cuando lo padezcan.

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