Opinión

El lenguaje vivo

El lenguaje es un ser vivo que evoluciona al paso de los tiempos y que en algunos casos se anticipa a ellos siguiendo un proceso lógico que impone la propia calle. Los estratos académicos tuercen el gesto y a menudo aparecen reacios en la acepción de nuevas formas de expresión, pero en la mayoría de las ocasiones no tienen más remedio que claudicar y aceptar pulpo como animal de compañía. Es una ley de vida como tantas otras, que alimenta y vivifica el propio y necesario milagro de la evolución cuya faceta idiomática es compleja, polémica e imprevisible pero también apasionante y absolutamente ineludible. Hace  algunos años, y tratando de explorar las condiciones en las que se planteaba el habla coloquial en el último tercio del siglo XVIII, me busqué la lectura en su versión más fielmente posible de algunos de los sainetes más leídos y representados de Don Ramón de la Cruz –no es gratuito llamarlo así pues así, con el Don por delante, fue inscrito por sus padres y así figura por tanto en su partida de bautismo- uno de los autores  popularmente más queridos, celebrados y ungidos por el éxito en aquellos años. Y confieso que tuve más dificultades de las esperadas en la comprensión de algunos de sus pasajes a pesar de las anotaciones llevadas a cabo a pie de página por expertos lingüistas.  En ese empeño estuvo también el novelista y ensayista Andrés Trapiello quien, por encargo de Planeta, dedicó unos años de trabajo riguroso y muy intenso a actualizar al idioma del nuevo milenio el Quijote de Cervantes, una empresa admirable que por fin vio la luz en 2015 y en la cual estoy yo volcado estos días gracias a un amigo que me ha prestado el libro. 
Ocurre sin embargo que el proceso siempre crea dudas y alienta debates, aunque la intensidad de su trascurso ha ido remitiendo con el paso de los años como ha remitido aquello que nos acerca a la cultura cuya importancia en una sociedad como la nuestra es cada vez más exigua.
Uno de los casos más representativos de esta  discusión perpetua lo encarna el término “viral” que se ha impuesto  en todos los ámbitos para expresar la difusión que conquista cualquier cosa. Dudo de su acierto a menos que una guapa influencer pueda transmitir además de tendencias, un mortífero virus, pero acabará imponiéndose y habrá que decir que sí. Hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad.

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