Opinión

De cristales y colores

En este mundo traidor en el que nada es verdad ni es mentira y en el que todo es según el color del cristal con que se mira –eso dejó escrito Ramón de Campoamor en sus Doloras- ocurren episodios de compleja naturaleza que a los viejos nos resultan, como es natural, completamente incomprensibles porque los viejos no nos enteramos de nada. Ramón de Campoamor escribió aquello sabiendo lo que escribía porque este señor asturiano comenzó por prescindir de su primer apellido que era Pérez y que le pareció demasiado corriente para que sirviera de carta de presentación a un poeta y le añadió la preposición “de” para darle más enjundia, otorgando contenido real a sus propios versos. Pero también se volvió raro y misántropo con la edad como nos pasa a todos, y se negó a asistir a cualquier ceremonia u homenaje que le fuera rendido. Yo por ejemplo, que tengo la misma edad que aquella en la que Campoamor rompió con el mundo, no puedo entender que un caballero salga completamente desnudo al escenario en la entrega de los premios Óscar para otorgar el correspondiente al mejor vestuario, a pesar de las explicaciones que pergeñó aquel tío como un armario para que su presentación en cueros tuviera sentido y que no entendió casi nadie. Pero si esta puesta en escena me resulta un enigma y me parece un trampantojo destinado a lucir cuerpecito, me reconozco iracundo e indignado –quizá debido a mi mentalidad obsoleta y la imposibilidad de ponerme a tono con los tiempos-cuando me entero de que Rubén Wagensberg, coordinador del movimiento Tsunami Democrátic, ha recibido del Parlamento catalán quince mil euros en su exilio de Suiza en concepto de dietas por desplazamientos. El sujeto en pelota entregando una de las estatuillas es de todo punto inocuo e incluso levemente ridículo. Lo del diputado europeo huido y premiado con quince mil pavos es, a mi entero juicio, una vergüenza.

Pero así está el mundo a ciento veintitrés años del fallecimiento del poeta asturiano que contó lo del cristal y lo de la interpretación de la realidad según las gafas que uno lleve puestas. Es evidente que se progresa en materia de ciencia y tecnología, y las ciencias adelantan que es una barbaridad. Pero el meollo de la cosa es el mismo.

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