Opinión

Comunicadores incomunicados

En ciertos periodos de mi vida profesional me he visto obligado a trabajar integrado en el equipo de un gabinete de comunicación. Tanto mi vocación como mis habilidades en el oficio me recomendaron siempre habitar en el lado de la alambrada que ocupan  los que preguntan mejor que en el de los que responden, por eso cuando me ha tocado ejercer esta función –y no han sido pocas veces para mi desgracia- me he encontrado incómodo, y no estoy particularmente orgulloso de mis prestaciones en cada uno de los lugares en los que me vi en la necesidad de ejercer esta tarea. Para defender un departamento de comunicación no solo hay que conocer el ámbito que a uno le toca cuidar sino que hay que valer por sí mismo y no todos los de este oficio valemos. Yo, por ejemplo, no valgo y se nota.
Pero hay cuestiones que uno imagina deben tenerse por sabidas como principio de las obligaciones de un departamento de esta naturaleza y más aún, si el organismo del que se depende es nada menos que el trono de la Gran Bretaña. Ignoro cómo los responsable del que supongo es un nutrido y multidisciplinar equipo de profesionales de élite como el que se ocupa de desarrollar la política de relaciones exteriores y agenda del príncipe Guillermo  y su esposa la princesa Kate pueden mostrar un comportamiento tan chapucero como el que están adoptando, hasta el punto de que quizá lo primero que se debería aplicar para salvar este lío es constituir un gabinete de imagen del gabinete de imagen, como ha publicado alguno de los periódicos de su país haciendo gala del inefable, mordaz  y punzante humor británico –lean ustedes al gran Pelham Grenville Wodehouse y sabrán de qué les hablo- que cuando asoma a los tabloides hay que atarse bien prietos los machos.
De todos modos, vale reconocer que la costumbre de tratar de acallar rumores descontrolados con una foto trucada no es único patrimonio de un departamento de comunicación real como el de la Familia británica porque ya sucedió con la nuestra, si bien a los británicos estas chapuzas les afectan más que a nosotros  a los que nos da igual. El caso es que con emitir un parte médico de la princesa y explicar con rigor  un par de cosas sobre el errático comportamiento del príncipe valdría. Si es que se puede explicar, claro, que a lo mejor es lo que pasa.   

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