Opinión

El bareto del barrio

Pablo Iglesias ha pasado de vicepresidente del Gobierno a propietario de un bar ligeramente libertario en Lavapies que responde al poderoso nombre de “Garibaldi” y en el que, según su propietario, los rojos van a poder tomarse sus cervezas como si a los rojos no les dejaran tomar cerveza en ninguna otra parte, lo cual es radicalmente falso como no puede ser de otra forma. Nunca me ha parecido que este Pablo Iglesias de talante algo folclórico sea un tipo de muchas luces. Y sus comportamientos me sugieren que es un personaje cuya compañía no vale mucho la pena conservar. Su paso por el Gobierno fue simplemente una vergüenza, y nos mostró la inconveniencia de un sujeto abúlico y escasamente preparado para desempeñar tareas de administrador del bien público,  encarnando un naufragio anunciado porque una cosa es ser penene y otra gobernar.
El oficio de regente de un bar es una ocupación que estoy seguro y a pesar de su aparente contenido risueño, también guarda un montón de complicaciones. Da la impresión de que un garito acogedor, de buen vivir y aroma de barriada obrera y honrada, es una especie de paraíso en el que las cañas, los boquerones, las anchoas con aceituna, y los pinchos de tortilla tienen que saber mejor si como música de fondo suenan los Secretos, y sus guitarras se entremezclan con el golpe seco de los mandos de un futbolín. Pero todo eso es pura mitología y es necesario saber y saber mucho y bien si uno quiere que al bar que regenta le vaya de p… madre. Pablo Iglesias, que pasó como un espíritu puro por un ministerio que ni siquiera sabía para lo que servía, y que solo usó para darse coba a sí mismo quemando goma de los neumáticos del coche oficial y suelas de los zapatos de sus escoltas, deberá tomarse más en serio la gestión de su bareto de Lavapies que los trabajos desarrollados como diletante y distraído miembro de un equipo gobernante.
Para empezar, ya se ha encontrado con la respuesta de anarquistas iracundos por bautizar uno de los cócteles que ofrece su local con el nombre del miliciano anarquista Buenaventura Durruti. Le han llenado la pared el local de pintadas anunciándole que hay conceptos y personas que no se pueden frivolizar ni tomarse a chanza. Por cierto, que a Durruti se lo quitaron de encima los suyos porque estaba empezando a liarla. Por si a alguien se le ha olvidado.

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