Opinión

Caso Asunta: ¿Por qué, Alfonso?

Pues, dilecta leyente, se aproxima el momento de uno de los juicios más mediáticos acaecidos en esta Comunidad, en el que concurren circunstancias tales como el asesinato de una niña, atribuido a sus padres adoptivos; la escabrosa forma en que se llevó a cabo; la peculiaridad de los supuestos autores; los errores en la investigación; la distinta forma de llevar la defensa por los respectivos abogados y las controvertibles resoluciones judiciales.
Respecto a lo primero, desgraciadamente no es tan extraño. Tenemos asumido que existe gente tan desnaturalizada como para no sentir piedad por sus propios vástagos. La nota distintiva está en si puede influir en la fatídica decisión que la víctima no fuese hija biológica.
Para mí, que ese hecho no sólo no es negativo, sino todo lo contrario, pues mientras el de tu linaje puede tener una causa tan prosaica como la rotura del preservativo, el adoptivo suele ser el resultado de un acto voluntario, meditado y deseado.
El segundo tiene todas las características del crimen femenino: El empleo del veneno y la astucia. Sólo que, en este caso, a Rosario le falló la coartada.
El tercero es bastante singular: una abogada y un periodista. No porque su cultura les impermeabilice de practicar acciones violentas, pues los archivos policiales y judiciales registran la existencia de malos tratos familiares, pero al menos se espera de ellos una “obra glamorosa” para los anales de la criminología.
Cuarto, la contaminación de las pruebas, que pudo llevar al talego a un inocente y que pone en duda la idoneidad de toda la investigación;  el no precintar la vivienda de Alfonso, que pudo propiciar la manipulación del ordenador, etc.
La distinta estrategia de las defensas. Y es que la actuación con juicio con jurado debe ser bien distinta que la que se llevaría ante jueces profesionales; pues requiere una cierta especialización.
Pero yo de lo que quería hablar es de la injustificada situación procesal de Alfonso Basterra, dado que su supuesta coautoría en los hechos no tiene la menor consistencia. Al menos ese es el criterio que vengo sosteniendo y que ya he expuesto en los foros donde se me ha requerido para dar mi opinión. Pero hay dos cuestiones referidas al mismo que rayan la paranoia leguleya.
Una es querer ver cierta animadversión en sus supuestas referencias a su hija como “la asiática”. ¡Como si cualquiera de nosotros no nos hubiéramos referido en alguna ocasión a los nuestros con epítetos bastante más peyorativos! 
La otra, es la interpretación de su supuesta actitud desafiante. Y es que la arrogancia ante la Justicia, puede tener carácter intimidatorio del delincuente, pero cuando se trata de personas de cierto nivel cultural, conocedores de que tal conducta no les beneficia, tal comportamiento suele ser la reacción espontanea de quién se considera injustamente tratado.
Pero el culmen de los despropósitos, es el razonamiento de que se le mantiene en prisión “por riesgo de fuga”; pues el tal Alfonso no tiene ni para un billete de autobús a Arzúa.
De todo ello, se puede colegir que la auténtica razón de mantenerlo en  la trena es porque para la acusación es fundamental sostener la tesis de la coautoría, esperando que la presión judicial, penitenciaria y mediática, termine llevándolo a una confrontación con su ex, rompiendo amarras, ante la inminencia de comerse un marrón que no es suyo, como parece ya está comenzando a ocurrir. Mientras que cualquier otro grado de participación, le podría seguir decidiendo a protegerla, pues su salvación sería también la suya.

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