Opinión

Gracias, señores

La hidra de múltiples cabezas y hálito venenoso que serpenteó las calles de Madrid el 8-M, hubiese aplastado sin piedad, así fuese el propio Kafka, cualquier cucaracha macho que se hubiese cruzado en su camino; espumarajeaba hidrofobia (impregnada de coronavirus) por sus afiladas fauces: “¡no quiero tu piropo, quiero que te mueras!, ¡somos malas, podemos ser peores!, ¡estamos hasta el coño de vuestros cojones!” Si echamos la vista atrás, qué déficit de neuronas, qué superávit de contagios, qué nulo empoderamiento si, como rebuznó la ministra de Igualdad, en vez de decidir por ellas mismas las mangonearon terceros de fe maléfica. 

Yo, repugnante ortóptero, zigzagueando por el chiribitil de la memoria, ese día hice examen de conciencia: jamás vejé, ni mucho menos pegué a una mujer por el hecho de serlo; jamás me regalaron nada por el hecho de no serlo, y en el naufragio diario de la vida, jamás dudé en otorgar prioridad a los infantes y a las féminas. No. No era el cucaracho que buscaban. Aun así ni siquiera me atreví a asomar el protórax  (la escoba es impropia de las géneras) por si me espachurraban de un rábido taconazo.

Hoy quiero airear mis antenas en honor a los varones con dos gónadas; a los miles de camioneros que viven –y mueren- en las carreteras; que subsisten en sus cabinas sin poder saborear un plato caliente, un café expreso o una ducha tibia; que boicoteados por el tacógrafo, hostigados por los picoletos y espoleados por su hombría hormiguean las ciudades de toda Europa con la falibilidad de un GPS, y hablan por el traductor de Google con los aduaneros franceses, ingleses, alemanes para que no falte de nada en nuestras casas.

Y también en nombre de las manadas de lobos de mar que confinados en minúsculos cubículos aguantan cuarentenas de cinco meses (esta vez ni siquiera tendrán relevo porque debido al cierre de fronteras los armadores no podrán coordinar el cambio de tripulaciones), que siguen faenando, haciendo cabotaje, arando el mar con sus barcos acezantes como bueyes; el alma inundada de desarraigo y la piel reseca de intemperies.

Y en nombre de los agricultores, los ganaderos, los tractoristas, los repartidores, los panaderos, los butaneros, los que nos traen el gasoil, los que recogen la basura, los soldados de la UME, los electricistas, los fontaneros, los carpinteros, los de mantenimiento, los mozos de la funeraria, los enterradores de los cementerios, los albañiles que sellan los nichos, los que incineran los cadáveres, los conductores de las ambulancias, los mecánicos, los celadores… sin dejar de rendir un homenaje póstumo a los miles de mineros que palmaron de silicosis.  

El próximo 8-M saldré a la calle con una pancarta reivindicativa: “Mejor juntos”/ “Better together”. Con dos cojones. Y en dos idiomas, para que se enteren el mundo entero.

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