Opinión

Canadá en NAFO como Alemania en fútbol

Hizo fortuna la frase de Gary Lineker definiendo el fútbol como un juego de once contra once donde siempre gana Alemania. Ya no es así en absoluto: los germanos llevan varios campeonatos pasándolo realmente mal y cayendo eliminados a la primera de cambio, pero hay que reconocer que todavía hoy es escuchar el himno y comenzar a temblar ante la que se viene encima.

Con NAFO, la organización de pesquerías del Atlántico Norte, pasa lo mismo. Es una reunión anual donde siempre gana Canadá gracias a un sistema montado con países vasallos, que votan lo que dice el Gobierno de Otawa. Así, año tras año. El fletán, que llegó a alcanzar 40.000 toneladas en exclusiva para la flota viguesa, ha pasado a unas 11.000, de las que España se lleva apenas una tercera parte. Lo bueno es que se trata de un reparto estabilizado y que en varias ocasiones se ha pactado en cónclaves ultrasecretos celebrados en Vigo; lo malo, que el final de la película no varía: se hace lo que dice Canadá, que para eso manda en NAFO.

Así están las cosas tras la guerra perdida en los años noventa por un recurso descubierto por las armadoras gallegas del que se apropió Canadá gracias a jugar sus cartas con precisión, utilizando argumentos populistas que entonces chirriaban y hoy resultan lamentablemente habituales. Fue famoso Brian Tobbin, que logró lo que quería: salir de agujero político en el que se encontraba y convertirse en gobernador de la provincia de Terranova tras convertir a los barcos españoles/gallegos/vigueses en la bestia negra contra la que combatir. Lo dicho: la receta populista de encontrar un enemigo y proclamarse el líder que lo derrotará. Lo sorprendente no es que funcionara entonces, sino que lo haga todavía hoy.

El otro protagonista fue la CIG con un comportamiento deleznable en la manifestación unitaria ante la Embajada de Canadá en Madrid, donde había representantes de todas las instituciones y partidos, acto que los muchachos del sindicato nacionalista reventaron tirando huevos y pescado podrido… para alegría canadiense. Lo puedo contar de primera mano porque aquel día estaba allí cubriendo la información para este diario. No tenemos remedio.

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