Opinión

Un 25 de abril vigués

Dentro de apenas unos días, un 25 de abril de sonoridad tan lusitana, Peinador cumplirá 70 años desde su inauguración, en los grises años cincuenta. Fue un acontecimiento entonces y todavía hoy supone un plus diferencial. Pese a las dificultades que ha pasado, el aeropuerto sigue vivo y con una cuota que de momento garantiza su continuidad, en torno al millón de pasajeros anuales. Eso supone a día de hoy situarse en el medio de la clasificación, en el puesto 21 sobre medio centenar de instalaciones gestionadas por AENA.

Su construcción fue un parto complejo, que entre otras cosas incluyó trabajos obligados -otros dirían “forzosos”- para cientos de vigueses que participaron por las buenas o las malas en aplanar la superficie para que pudieran operar las aeronaves. El lugar elegido probablemente es el peor, entre montes, con una niebla permanente y heladas, pero era el único disponible, unos terrenos próximos a la parada del tranvía de la empresa de Peinador en la línea a Porriño que no llegó a funcionar. Y con ese nombre se quedó. La alternativa eran las Gándaras de Budiño o incluso Playa América, en ambos casos fuera del municipio y con condiciones poco propicias para la navegación aérea.

El pequeño aeródromo fue creciendo y quemando etapas: llegarían los reactores, la instalación del ILS, los nuevos aparatos de ayuda al aterrizaje de máxima categoría, los vuelos internacionales y la ampliación de la terminal para que pueda acoger hasta dos millones de viajeros al año. Esa frontera estuvo cerca en el pasado reciente, con 1,5 millones, y ahora es una duda qué va a pasar una vez comience a funcionar el AVE. Si es que funciona: de momento no va a ser competencia, con un viaje que se inicia en cuatro horas.

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