Opinión

Dedicado a mi amigo y colega Manu

En el año 1966, después de varios años en Sudamérica mi empresa me traslado a la casa matriz en Londres. Al no tener vivienda, no tuve otra alternativa que pedir auxilio a mis padres y quedarme una temporada con ellos junto con mi joven familia mientras exploraba las ofertas ofrecidas por las inmobiliarias. Lo primero que me dijo mi padre era que estaba encantado en ayudarnos pero que tenía que aguantar a una pandilla de ruidosos ‘vecinos’ que hacia unos años se habían adueñado de lo que era antes un tranquilo sitio residencial en los suburbios de la ciudad. Se refería naturalmente al estudio de música ‘Apple’ situado en el nº 26 de la misma calle en donde practicaban y grababan sus canciones los hoy super famosos ‘Beatles’. Décadas mas tarde le conté la anécdota a mi vecino, amigo y colaborador de este periódico, Manu Orio – un forofo del grupo - y como prueba le dije que aún conservaba mi carné de conducir que constataba como mi domicilio el nº 20 de Abbey Road, la dirección del piso de mis padres y a unos metros del estudio. Curiosamente, el viejo carné desapareció, pero, al revolver en los cajones de mi ‘Memoria Histórica’ encontré dos documentos que justificaban mi declaración; el certificado de defunción de mi padre, que murió dos meses después de la última grabación de la banda, ‘Abbey Road’ - que hoy se conmemora con el 50 aniversario - y otro totalmente distinto que era mi carné de ‘sindicalista’ con la misma dirección. Recuerdo que era una época magnífica de jolgorio y de bienestar social. Mujeres con minifalda, hippies en los parques haciendo el amor y fumando marihuana, pubs rebosando de gente bebiendo pintas de cerveza. La música de los ‘chicos’ de Liverpool estaba en el aire. Educación totalmente gratuita. 
Mis hijos estaban en guarderías públicas, mi mujer en la universidad estudiando el inglés y yo con clases nocturnas para mejorar mis conocimientos técnicos. ¡Todo gratis! La sanidad, más de lo mismo, con tal de no ir al médico de cabecera un lunes. Demasiados trabajadores pidiendo la baja después de la borrachera del fin de semana. La baja temporal por enfermedad era aceptada con naturalidad por la empresa. El rendimiento era lo de menos. Había huelgas de todo tipo y a todas horas del día. Si no tenía ganas de trabajar, no importaba ya que una demora en el diseño de mi proyecto de ingeniería era la de menos. La empresa nunca me despediría. Además, era vocal del sindicato. Hasta que un buen día desperté del sueño. La economía y la industria británica se había desplomado. Las fábricas agonizaban. El país estaba en bancarrota. Era el año 1971. Vermont Royster director del ‘Wall Street Journal’ lo resumió. ‘Gran Bretaña está enferma. Dondequiera que se ponga la vista abundan las pruebas de ello. La formula es sencilla. Se empieza imponiendo al país una carga económica que no puede soportar. 
En el caso de Gran Bretaña consiste en un programa de bienestar social que todo lo abarca: atención médica gratuita, viviendas subsidiadas, alimentos subsidiados, transportes subsidiados. Gastar y gastar, impuestos y más impuestos, inflación y más inflación. Muchos miembros del partido laborista desean una Gran Bretaña completamente socialista y propugnan cualquier política que lleve a ese fin. Gran Bretaña ofrece ahora un manual de cómo arruinar a un país.’ Este resumen del artículo tiene más de 40 años. ¡Un buen día apareció la Sra. Margaret Thatcher, pero ya era tarde! Los astilleros que construyeron el ‘Titanic’ habían muerto para siempre. ¿Puede ser esto un aviso a navegantes de la situación actual?

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