Opinión

Subidos en el carrusel

Acaban de colocar un tío vivo en una de las esquinas que da al Sireno, en la esquina de la peatonal calle del Príncipe, y como procede de la generosidad y la magnanimidad de Abel Caballero, el artilugio lleva impuesto el irrenunciable cartel de 'Alcaldía' no vaya a ser que se identifique con lo que no debe y se pierda esta hermosa ocasión de agasajar a los niños y transmitir a los papás y los abuelitos que el mecenas es Abel Caballero aunque el Pleno ya le recomendó en su día que abandonara esa práctica infame de colocar el inseparable letrero. Ya saben ustedes que en el mercadillo de inspiración bucanera que se escenificó unos metros más allá y que tenía muy buena pinta y un tierno encanto de festejo popular, el alcalde impuso como regla de oro y precepto inquebrantable la colocación en lugares bien visibles y en cada puesto uno por uno, del mismo cartel con el nombre 'Alcaldía' que le caracteriza. Los piratas hubieron de tragar por la cuenta que les traía, y los papás y los abueletes han tenido que hacer lo mismo con el carrusel si el objetivo era subir a los infantes en esos caballitos subvencionados aunque, en esta ocasión, no había viajes gratis. En esta ocasión, el tío vivo cuesta cuarenta céntimos el viaje que no es una fortuna pero que tampoco está mal del todo.

Resulta evidente que el Alcalde no va a cambiar de actitud en ninguna de las solicitudes que tiene pendiente pero especialmente no va a cambiar en esta absurda maniobra que, por si fuera poco, tiene más trascendencia de la que aparenta y encierra mayor intención de la que podía mantener una mera anécdota. Su empecinamiento en mantener este pulso indefendible que ni tiene sentido ni vale ya para nada define muy a las claras el talante que le caracteriza y que terminará por acabar con él aunque a él ni se le ocurra suponerlo ni se pare a pensarlo. Por ahora, eso sí, aguanta y no va a rendirse.

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