Un hecho extraordinario y de impacto, el paso de la Vuelta por Vigo, bien merece una excepción, lo que ya está contemplado en la propia norma. En otro, el Bicentenario, se hizo: el Concello colocó banderolas en las farolas anunciado los 200 años de la ciudad, prácticamente lo único para una efemérides que habría que celebrar por todo lo alto, lo que desgraciadamente no ocurrió. No era publicidad de una empresa sino información a los ciudadanos y el ayuntamiento optó por saltarse su propia ordenanza.
En este caso, en que la Vuelta circulará por la ciudad el próximo día 28, estaríamos en lo mismo. Pero ¡ay! no es el Concello que gobierna Su Majestad Imperial el que patrocina el evento ciclista sino la Diputación y Turismo Rías Baixas, organismos a los que Abel Caballero guarda una tremenda enemiga. El resto, lo de siempre: la arbitrariedad que preside las actuaciones de este gobierno local cuyo titular bate récords de necia vanidad, como bien dijo el concejal Roberto Relova.
Al parecer, Regades dixit, sólo en las calles de Vigo hay peligro de riesgo eléctrico, mientras en el resto de carreteras y vías públicas de toda Galicia no. El absurdo como fórmula de trabajo y los vigueses como espectadores de lujo de una ceremonia insufrible.
