Opinión

RESPETAR LO POCO QUE TENEMOS

Para ser una ciudad que no tienen muchos argumentos propios y que adolece supuestamente de señas de identidad, las que tiene no son lo que se dice objeto de mucha devoción y no merecen granes elogios institucionales. Se trata de una actitud puramente incomprensible pero es la que existe y la que se repite con la mayor exactitud y sin que se advierta variación alguna en el catálogo de prioridades de los administradores. No acabo de entender por ejemplo, cómo una agrupación de la calidad y la categoría de la Coral Casablanca no recibe un mejor trato institucional generalizado. Se trata de un grupo esforzado y generoso, siempre pendiente de las necesidades de la ciudad y en permanente disposición para colaborar en cuanto acto que requiera su presencia exista en la vida cotidiana de Vigo y su entorno. La coral ha adquirido una espléndida categoría pero nunca dirá que no ni escurrirá el bulto.

Hace unos días fue el eje en torno al que giro el homenaje a una de las últimas víctimas de violencia de género, una historia estremecedora que tuvo como protagonista una mujer joven, Cristina González Sacau a la que la coral recordó en un acto emocionado e intenso pleno de compromiso.

Así está la ciudad y los que la gobiernan. Insensible a aquellos colectivos o individualidades que hacen Vigo al andar. Personalmente confieso que se me quiebra el alma siguiendo las desventuras del Instituto de Estudios Vigueses que preside el arquitecto Martín Curty y cuyo sino es la trashumancia más eslava e injustificable. El gran pecado del Instituto es no haberse plegado ni haber rendido pleitesía al Gobierno municipal que supuso con muy mala razón que tenía derecho de pernada sobre él por el mero hecho de colaborar en su financiación. Craso error parte de los administradores pero también excelente motivo para acosar y erosionar al instituto hasta ponerle contra las cuerdas. Sin embargo todavía se defiende. Y tarde o temprano legitimará su destino. Se lo merece.

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