Opinión

Un político con pies de Arena

A pesar de la acuciante necesidad de dignificar la función política mediante un comportamiento honorable de sus protagonistas, demasiados de aquellos que la practican proponen actuaciones que, lejos de contribuir a esta tarea imprescindible, se empeñan en sumirla en las peores catacumbas, en virtud de comportamientos que ni pueden ser disculpables ni, en muchos casos, caben en una cabeza decentemente amueblada. El caso de desprecio manifiesto a un principio ético en el ejercicio político, acaba de ofrecerlo el reciente y amargo vencedor de las elecciones en Andalucía cuyo insuficiente triunfo no le vale para otra cosa que para reflexionar hondamente sobre su fracaso y una vez reflexionado, marcharse a su casa.

Sin embargo, Javier Arenas no ha tomado el camino decente que es lo que se le exige tras dilapidar el caudal político que se le ha puesto entre las manos y en una ocasión como nunca en la vida encontrará otra, ni más abierta ni más favorable. En lugar de pedir perdón a sus electores y a su partido, agachar la cabeza y dejar el campo libre a un aspirante nuevo, ha resuelto quedarse. Y no contento con ello, le acaba de proponer a su rival del PSOE la posibilidad de un pacto entre su formación y los socialistas para gobernar en Andalucía en comandita esta nueva legislatura. Afortunadamente, Griñán no lo ha aceptado alegando que el PP no es suficientemente progresista. Lo hace aferrándose a un éxito que entraña sin embargo un monumental batacazo. Griñán ha perdido casi cien mil votos y nueve escaños, se queda sin mayoría en Andalucía por primera vez en treinta años y habrá de bajarse literalmente los pantalones ante IU si quiere seguir gobernando. El ex ministro, cuya sonrisa en un poema porque puede engañar a muchos pero es más difícil engañarse a si mismo, apela a un discurso ficticio con aromas del “no pasarán” y románticos requiebros a la vieja izquierda campesina y peleona de los campos andaluces. Pero lo cierto es que el suyo ha sido un naufragio del que le ha salvado, precisamente, Javier Arenas con otro naufragio peor.

Arenas propone un pacto de Gobierno en Andalucía olvidándose de toda una trayectoria de crítica y exabrupto que le ha acompañado durante sus cuatro legislaturas. El objetivo de esta propuesta ha sido precisamente el PSOE, al que el candidato popular se ha cansado de acusar de corrupto, indecente, manipulador, golfo, grosero y tramposo. ¿Cabe por tanto mayor despropósito que intentar pactar con aquellos que lleva años utilizando como ejemplo vivo y fehaciente del compadreo, el timo y la falta de vergüenza?.

A Javier Arenas le ha llegado la hora de marcharse con el mayor recogimiento posible y sin hacer el menor ruido para no despertar leones dormidos. Cuatro intentos vanos, una indolencia continua que le ha hecho creerse triunfador antes de tiempo, un fracaso electoral memorable con todo el escenario a favor, y por último, una propuesta de pacto humillante y vejatorio para el partido al que pertenece, son jalones de una gestión desastrosa de la que tendrá que dar explicaciones si es que el partido en el que está se las exige que esas es otra. Una hoja de servicios por tanto que da cuenta del talante de un político que ha ido de sobrado por la vida hasta el punto de no poder aceptar con serenidad y tronío el momento de colgar las botas. Decididamente, con tipos así, los ciudadanos no recobraremos nunca la fe en nuestro representantes.

A pesar de la acuciante necesidad de dignificar la función política mediante un comportamiento honorable de sus protagonistas, demasiados de aquellos que la practican proponen actuaciones que, lejos de contribuir a esta tarea imprescindible, se empeñan en sumirla en las peores catacumbas, en virtud de comportamientos que ni pueden ser disculpables ni, en muchos casos, caben en una cabeza decentemente amueblada. El caso de desprecio manifiesto a un principio ético en el ejercicio político, acaba de ofrecerlo el reciente y amargo vencedor de las elecciones en Andalucía cuyo insuficiente triunfo no le vale para otra cosa que para reflexionar hondamente sobre su fracaso y una vez reflexionado, marcharse a su casa.

Sin embargo, Javier Arenas no ha tomado el camino decente que es lo que se le exige tras dilapidar el caudal político que se le ha puesto entre las manos y en una ocasión como nunca en la vida encontrará otra, ni más abierta ni más favorable. En lugar de pedir perdón a sus electores y a su partido, agachar la cabeza y dejar el campo libre a un aspirante nuevo, ha resuelto quedarse. Y no contento con ello, le acaba de proponer a su rival del PSOE la posibilidad de un pacto entre su formación y los socialistas para gobernar en Andalucía en comandita esta nueva legislatura. Afortunadamente, Griñán no lo ha aceptado alegando que el PP no es suficientemente progresista. Lo hace aferrándose a un éxito que entraña sin embargo un monumental batacazo. Griñán ha perdido casi cien mil votos y nueve escaños, se queda sin mayoría en Andalucía por primera vez en treinta años y habrá de bajarse literalmente los pantalones ante IU si quiere seguir gobernando. El ex ministro, cuya sonrisa en un poema porque puede engañar a muchos pero es más difícil engañarse a si mismo, apela a un discurso ficticio con aromas del “no pasarán” y románticos requiebros a la vieja izquierda campesina y peleona de los campos andaluces. Pero lo cierto es que el suyo ha sido un naufragio del que le ha salvado, precisamente, Javier Arenas con otro naufragio peor.

Arenas propone un pacto de Gobierno en Andalucía olvidándose de toda una trayectoria de crítica y exabrupto que le ha acompañado durante sus cuatro legislaturas. El objetivo de esta propuesta ha sido precisamente el PSOE, al que el candidato popular se ha cansado de acusar de corrupto, indecente, manipulador, golfo, grosero y tramposo. ¿Cabe por tanto mayor despropósito que intentar pactar con aquellos que lleva años utilizando como ejemplo vivo y fehaciente del compadreo, el timo y la falta de vergüenza?.

A Javier Arenas le ha llegado la hora de marcharse con el mayor recogimiento posible y sin hacer el menor ruido para no despertar leones dormidos. Cuatro intentos vanos, una indolencia continua que le ha hecho creerse triunfador antes de tiempo, un fracaso electoral memorable con todo el escenario a favor, y por último, una propuesta de pacto humillante y vejatorio para el partido al que pertenece, son jalones de una gestión desastrosa de la que tendrá que dar explicaciones si es que el partido en el que está se las exige que esas es otra. Una hoja de servicios por tanto que da cuenta del talante de un político que ha ido de sobrado por la vida hasta el punto de no poder aceptar con serenidad y tronío el momento de colgar las botas. Decididamente, con tipos así, los ciudadanos no recobraremos nunca la fe en nuestro representantes.

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