Opinión

Confesiones a media voz

A la mayor parte de los españoles que compartimos una opinión bastante pobre de nosotros mismos, nos produce una gran vergüenza reconocer nuestras propias flaquezas. A nadie le resulta agradable confesar abiertamente que se derrite por la telebasura y procura usar un complejo código de disimulos de las más variadas patentes para soslayar esas preferencias. Cuando a un admirador de los programas del famoseo se le pregunta cuál es el género televisivo que prefiere, recurrirá con frecuencia al subterfugio y responderá que, o bien los programas de debate o bien los documentales sobre fauna y flora que emite la 2. Naturalmente en ninguno de los dos casos es cierto y ni siquiera el razonamiento puede considerarse así en la primera hipótesis. Es decir, la asistencia y contemplación de los programas de debate, salvo que Rosa Benito se siente a un lado de la mesa y Belén Estéban tome asiento en el lado contrario.

Con frecuencia hemos escuchado a los muy concienciados protestar airadamente por el hecho de que los dos responsables de los grandes partidos políticos nacionales a los que vota casi el 90 por ciento de los españoles en edad y derecho a votar no vayan a sostener más que un debate único antes de que llegue el día 20 de noviembre fecha de la cita en urnas. Sin embargo, y con el mayor respeto debido a los que claman por un número más amplio de encuentros, tengo que expresar mis muchas dudas al respeto, expresando mi convencimiento de que se piden más debates en virtud del mismo principio por el que se confiesa estar entusiasmado por los documentales sobre fauna salvaje y Naturaleza que se emiten en la 2 de RTVE. Porque da más pisto eso que confesarse irremediablemente rendido a los placeres de Jorge Javier y su corte de los milagros.

Somos, y así deberíamos aceptarnos, como somos que no es tan malo ni tan abyecto. Aún no me he topado con nadie capaz de afirmar sin torcer la mirada ni estudiarse las puntas de los zapatos que se ha ventilado desde la sintonía de inicio hasta los créditos de cierre el debate cara a cara entre Rajoy y Rubalcaba. Y muchos menos, los que han sido capaces de soportar a pie firme y en toda su intensidad, el caótico debate a cinco bandas apañado por la Primera de la pública, una fórmula que lleva ya algún tiempo demostrando que ni es televisiva ni funciona. Cada cuál es cada cuál, y a nosotros nos van más otras cosas.

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