Opinión

Los partidarios de Sánchez proponen salir a la calle en su apoyo

Los partidarios de Sánchez ya proponen salir a las calles en su apoyo. ¿Cómo e eso de suspender la agenda de un presidente del Gobierno?  ¿A qué figura legal e institucional corresponde? ¿Son acaso unas vacaciones institucionales? ¿La renuncia al cargo no exige la convocaría de elecciones? El asunto no tiene antecedentes que se sepa, salvo cuando Alfonso XIII renunció temporalmente a su cargo ¿Estaba la ejecutiva y el comité federal del PSOE al tanto de este anuncio? ¿Y los consocios de Sánchez? Y si todo fuera un gesto teatral para ser confirmado por un baño de masas de sus partidarios. 
Pero en la historia de España hubo otras renuncias bien diferentes como antecedentes que nada tienen que ver con el presente. El primer presidente fue Figueras, que llegó a estar tan harto de los problemas políticos que se fue de su despacho y se dirigió directamente a París. Poco antes marchar reunió a sus partidarios y sus adversarios y les dijo solemnemente: "Señores, estoy hasta los cojones de todos nosotros". Pi y Margall, padre del federalismo, quedó tan harto que dijo: "Han sido tantas mis amarguras en el poder, que no puedo codiciarlo. He perdido en el gobierno mi tranquilidad, mi reposo, mis ilusiones, mi confianza en los hombres, que constituía el fondo de mi carácter. Por cada hombre agradecido, cien ingratos; por cada hombre desinteresado y patriótico, cientos que no buscaban en la política sino la satisfacción de sus apetitos. He recibido mal por bien”. Nicolás Salmerón se fue porque no estaba dispuesto a firmar una pena de muerte que iba en contra de sus principios. Es curioso que Sánchez siempre se remitió a los suyos. Pero la comparación es ociosa. Y Emilio Castelar. Cuando se hizo cargo del poder ejecutivo dijo en un discurso en las Cortes: "Para sostener esta forma de gobierno necesito mucha infantería, mucha caballería, mucha artillería, mucha Guardia civil y muchos carabineros".
Ciertamente el enlodamiento de la política española es un espacio complicado al extremo al que han llegado las cosas y dentro del mismo los ataques cruzados en todos los frentes, que invaden los ámbitos más personales y familiares, como es evidente. La crispación derivada de las alianza de Sánchez, en contra de lo que predicara como incompatible con sus principios, la cesiones al independentismo catalán, las reformas del Código Penal, la amnistía y el envalentamiento y osadía  de los beneficiarios de las citadas políticas y la perturbación del debate político, el frente abierto entre el Congreso y el Senado, dado las mayorías que lo nutren, el ataque a los jueces, la renovación pendiente del Consejo General del Poder General, la propia trifulca entre fiscales nos sitúan en un marco indeseable. Y no digamos de las amenazas directas de Puigdemont a la estabilidad de Sánchez en la Moncloa. Las acusaciones contra su esposa son un capítulo más. Y no digamos que el futuro político, tras la renuncia ya inicialmente a que, como Sánchez decía ayer, sin presupuestos no se puede gobernar, gran parte del futuro depende de lo que salga de las elecciones de Cataluña. La amenaza de renuncia de Sánchez tiene más de una lectura: desde provocar una ola de apoyo de sus socios y de sus partidarios. En ese sentido, Sánchez sería un mártir de la extrema derecha y de la derecha y ello provocaría la reacción que lo reforzaría, tras este interregno. Claro que tampoco se debe olvidar que el pseudosindicato de extrema derecha “Manos limpias” sea una organización fiable en sus iniciativas, que han provocado la reacción de Sánchez en cuanto afecta a su esposa.

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