Opinión

¿En esa España que pretenden deconstruir se podría decir “E pluribum unum”?

Tras una memorable conferencia en febrero de 2001, que el catedrático de Derecho Constitucional Manuel Jiménez de Parga dictó en el Instituto de España, dentro del ciclo “Memoria académica de un siglo”, publicó su pensamiento en un memorable artículo, titulado “La nacionalización de España”, dedicado al recuento de quienes dedicaron sus mejores esfuerzos al saber jurídico-político del país, en los que advierte una doble preocupación: por un lado, les inspiraba interés España como Nación; por otro lado, les inquietaba la vertebración y el funcionamiento del Estado. Y decía: “Flotaba en el ambiente lo que Antonio Machado hace decir a Juan de Mairena: La patria es, en España, un sentimiento esencialmente popular (...) Si algún día tuvierais que tomar parte en una lucha de clases, no vaciléis en poneros del lado del pueblo, que es el lado de España”. Y subrayaba que los profesores de Derecho Político de entonces abogaban unánimemente por la nacionalización de España, es decir por configurar a nuestros diversos pueblos en una gran Nación. Y eran precisamente los de izquierda quienes con más pasión defendían el concepto de España como conjunto.

En definitiva, tenemos que recordar lo que se pregonaba desde la izquierda por aquellas fechas. Así, recordaba Jiménez de Parga que en el Manifiesto-Programa del Comité de Huelga de la UGT y del PSOE, dirigido “A los obreros y a la opinión pública”, el 12 de agosto de 1917, se termina de este modo: “Aceptamos una misión de sacrificio por el bien de todos, por la salvación del pueblo español, y solicitamos vuestro concurso. ¡Viva España! Este grito, «¡Viva España!», fue lanzado entonces por Largo Caballero y Daniel Anguiano, en nombre de la UGT, y por Besteiro y Saborit, en nombre del PSOE”. Y el propio Indalecio Prieto decía: “Nosotros queremos multiplicar la capacidad espiritual de España, porque al levantar al ciudadano español, levantamos a España, y al levantar España, hacemos patria”. Y aquellos verdaderos socialistas tenían claro, según Jiménez de Parga, frente a los sujetos que ahora se presentan bajo las siglas del PSOE que la “nación española no ha de desintegrarse en un Estado federal. Ni el federalismo simétrico ni el asimétrico tienen aquí encaje”. Julián Besteiro, en una entrevista publicada en el periódico El Sol, el día 3 de junio de 1931, cuando la II República inicia su caminar, afirmó “Si se intentase someter a toda España a un esquema de República federal se cometería, a mi juicio, un grave error”.

Y desde que Zapatero dijera aquello de que “el concepto de nación es discutido y discutido” o aceptó sin conocerlo el Estatut de Maragall, aquel de la “asimetría” dentro del Estado, que dotaba a Cataluña de Poder Judicial propio y retiraba a aplicar en Cataluña las normas generales del Estado en competencias no cedidas, el partido socialista de Zapatero y Sánchez tomó el camino contrario al de sus mayores. Claro que, como revelara el juez Vidal, redactor de la fallida, por ahora, Constitución de Cataluña, en sus primeros tanteos de Pedro Sánchez con los independentistas, éste les ofreció reponer mediante leyes orgánicas las competencias anuladas por el Tribunal Constitucional. 

Y ahora, ¿cuál es, dada la variedad de propuestas que Pedro Sánchez está dispuesto a aceptar y cómo la encajará’: Nación de naciones, Estado plurinacional, Estado Federal, Estado Confederal… Repúblicas independientes… Es curioso, pero entre el variado discurso argumentario a favor del derecho de Cataluña hay uno renovado, el elemento racial. Entre las razones que se exponen para que la comunidad internacional acepte, en función de la Carta de las Naciones Unidas, el derecho a la independencia son los elementos “racial y colonial”. Cataluña ha sido una colonia ocupada por España con todos los elementos propios de una nación: lengua, cultura, tradiciones, territorio y “raza propia”, carolingia, de la que sin duda es exponente el portavoz de ERC en el Congreso, Rufián, descendiente de trabajadores de La Bobadilla, de Alcaudete (Jaén) y de Turón (Granada), territorios, sin duda, de la marca territorial carolingia en la península ibérica. Pero la cuestión no es que se digan tales memeces, como que el Quijote se escribió en catalán, que Santa Teresa es catalana, que la cuna de la democracia no fue Grecia, sino Cataluña o cosas parecidas. La cuestión es que se asuman como parte de las razones de peso a favor de las cesiones que el independentismo catalán exige a un Estado, al que se considera responsable del conflicto.

Escribe Victoria Camps que “el Federalismo es la solución federal responde a la necesidad de los pueblos y comunidades diversas de mantenerse juntos para conseguir un fin común al tiempo que se preserva la identidad de cada uno de ellos. Es el proceso por el que un conjunto de pueblos decide construir instituciones comunes para fortalecerse mutuamente y respetarse en lo que les distingue. Un modelo federal puede adoptar formas variadas, siempre con un denominador común: el encaje del autogobierno de las partes en un gobierno compartido por todas ellas”. O sea, que el modelo federal está pensado para unir o reforzar, pero no para separar. El paradigma del Estado federal moderno son los Estados Unidos de América, bajo el emblema “e pluribus unum”. O sea, “De todos, uno”. ¿Es ese el modelo o la meta del independentismo? ¿Se podría decir lo mismo en el futuro si consiguen imponerle a Sánchez sus exigencias?

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