Opinión

Las cesiones de España extienden la colonia de Gibraltar

Le cabe a Zapatero haber sido el primer jefe de Gobierno que a lo largo de la historia de España que dejó de reivindicar la recuperación de Gibraltar y nos proporcionó la insólita foto de su ministro de Exteriores, Moratinos, visitando la colonia y fotografiándose en una de sus cimas, frecuentadas por los monos. El Gobierno de  Pedro Sánchez, con sus nuevas cesiones que se temen, puede consumar la rendición definitiva al retirar la verja, originariamente colocada por la potencia colonial en 1909, y luego otra del lado español, que incluye el territorio donde se encuentra su aeropuerto, en terreno no cedido por el Tratado de Utrecht, donde estaban los fuertes de España frente a la ciudad, y que fueron previsoramente destruidas por Inglaterra, cuando vinieron a “ayudarnos” frente a Napoleón. Tras dos años desde que se consideró el acuerdo final entre la potencia colonial y España, se espera la definitiva, con presencia del primer ministro de la colonia, Fabián Picardo (que ya tuvo segunda residencia en la lujosa urbanización de Sotogrande),  anuncia el titular de Exteriores, Albares, que anuncia que el asunto está maduro para retirar la verja y dejar el campo libre.  Y sobre el control de la frontera en el aeropuerto, por parte de España, Picardo ha resaltado que el acuerdo no modificará la soberanía del peñón o que “nunca se verá un guardia civil en Gibraltar”.
Zapatero rompió en consenso de siglos sobre Gibraltar cuando aceptó en 2006 a al gobierno de la colonia con voz propia en las negociaciones como parte separada de la delegación británica el foro tripartito establecido por el acuerdo de Córdoba, lo que debilitó la posición histórica española, que sostuvieron los gobiernos de todos los colores habidos en nuestra historia. Sin la menor contraprestación, reconocieron al gobierno de la colonia estatus jurídico propio- Es evidente que el actual Gobierno pone sordina a la reclamación de la soberanía sobre el peñón, empezando por el terreno, donde está el aeropuerto, usurpado, pese a las resoluciones de las Naciones Unidas emplazando a Inglaterra y España a negociar la descolonización de la roca que dieron lugar a la Declaración de Lisboa, del 10 de abril de 1980. Dice Picardo: “Vamos a evitar los peores efectos de un Brexit duro. No hay aspectos del marco que se hayan acordado que en cualquier parte transgreda la posición de Gibraltar sobre soberanía, jurisdicción o control” Ahí queda eso. 
La puerta de entrada en la Europa comunitaria, a través de España, desde Gibraltar, requiere el socorro del Frontex (la Agencia Europea de Control de Fronteras). Además, Picardo exige que no sean agentes españoles los que tengan esta misión.  El Gobierno de Pedro Sánchez desaprovechó la negociación del Brexit y no plateó ni siquiera abrir de conversaciones sobre la soberanía en este nuevo clima, pese al mandato de las Naciones Unidas. La colonia usará nuestro país como le apetezca en cuestiones esenciales. De suyo, es insólito que, según todas las perspectivas, Gibraltar vaya a disfrutar, debido a las cesiones de España, de una situación todavía más ventajosa que cuando su metrópoli colonial estaba dentro de la UE y del Tratado de Schengen. Según la propia “Hoja Informativa” del Gobierno de la colonia, hay 32.000 gibraltareños registrados. La población activa es de 29.995 habitantes, la mitad de los cuales cruza la frontera diariamente. 9.726 de los 15.275 viajeros diarios son españoles. Este dato es relevante, ya que sólo el 60 por ciento de los que entran a trabajar a Gibraltar desde la Línea son españoles. O sea, que no son 15.000 nacionales, como se dice para justificar las cesiones de España para su interés. Únase el hecho de que los gibraltareños con casa en España, donde residen buena parte del año, eludan, mediante diversas triquiñuelas ---como el que sus viviendas son propiedad no personal, sino de sociedades que residen en la colonia--- el pago de impuestos diversos, entre otros, el de circulación de vehículos, tanto en La Línea como en otros lugares del Campo de Algeciras y otros lugares de las provincias de Cádiz y Málaga. La expansión de facto de la colonia sobre España mediante adquisiciones de bienes raíces en el entorno de Gibraltar preocupó tanto a la II República que el Gobierno prohibió que los extranjeros pudieran adquirir fincas en dicha zona, medida especialmente orientada hacia los llanitos. Los habitantes de la colonia, adecuadamente asesorados, se las saben todas para disfrutar de casa en España y eludir el pago de impuestos y tasas ordinaria. La retirada de la verja por la parte española no solamente tiene el aspecto simbólico de reconocer la soberanía británica sobre el espacio usurpado al margen del Tratado de Utrecht. Al desaparecer de facto la frontera, los habitantes de la colonia podrán incrementar, a su comodidad el uso del espacio y los servicios públicos de su entorno más inmediato extendiéndose todavía más hacia Sotogrande— y las zonas costeras de Cádiz y Málaga. 

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