Opinión

Vox y España

Vox se ha venido arriba y lo ha hecho con altanería, de ahí que minimizar su influencia, como pretende el PP, es una opción legítima que, si duda, genera contradicciones en el primer partido de la Oposición. Dicho esto, Vox ha hecho bandera de la guerra cultural, pero lo hace de manera burda, sin darse cuenta de algunas cuestiones. Una de ella y no menor es que la inmensa mayoría de españoles, incluidos muchos, muchísimos de su votantes, no están en eso al menos con el énfasis con el que lo plantean sus dirigentes y, otra, es que paraabordar cualquier batalla sea ideológica o meramente estratégica hace falta inteligencia. Inteligencia para plantear un debate sereno. Inteligencia para elegir el momento e inteligencia para captar lo que de verdad preocupa a los ciudadanos.

Dudo mucho que para la inmensa mayoría de los votantes de VOX la bandera arco iris sea un asunto primordial y dudo aún mucho más que crean que no acudir a las concentraciones cada vez que una mujer es asesinada sea algo que les dignifica, que les hace más eficaces, que les acerca a la realidad social.

Vox, si no quiere caer -ya ha caído- en los mismos errores que, por ejemplo, se han cometido desde el Ministerio de Igualdad con la aquiescencia o el silencio del Presidente del Gobierno y de todo su ejecutivo, debe poner delante de sus ojos la España real. Y esa España no es esa España de mujeres sometidas y tontas que Irene Montero se ha inventado para justificar políticas y discursos que han laminado la unidad del feminismo. España no es así. Tampoco España es una España que se levanta pensando en la bandera arco iris como si esa bandera quitara el sueño a sus votantes.

A VOX como a cualquier otro partido le asiste el derecho a criticar determinadas políticas pero no a modo Buxadé. En una sociedad democrática no deben existir dogmas irrebatibles pero sí apostar por la convivencia con aquello incluso que no gusta, pero nunca se puede hacer con altanería, sin discurso inteligente y negando la realidad existente y mucho menos cuando gran parte de esta batalla se libra a base de tuits que abochornan incluso a muchos de sus votantes. Tuits que si muchos votantes de Vox hubieran conocido antes de votar, es probable que se hubieran pensado su voto. Bien estaría que hicieran un casting riguroso antes de decidir quienes les representan.

Estamos en un momento político de absoluto desquicie, en el que en el caso de la derecha en su conjunto el ruido de Extremadura está perjudicando tanto al PP como a Vox y está dando arsenal a un PSOE dispuesto a aprovechar cualquier rendija para coger un oxígeno que, sin duda, necesita. Vox sabe o debería saber que a Pedro Sánchez solo le puede sustituir Núñez Feijóo y en lugar de ayudar a esa tarea se han llenado de altanería tratando de poner a los populares en un brete. Esa tarea no le corresponde al partido de Abascal si de verdad quiere que Sánchez no vuelva a Moncloa. Para eso ya está el PSOE y el conjunto de la izquierda que es magnánima con las disculpas del Delegado del Gobierno en Madrid cuando erigió a Bildu en salvavidas de miles de españoles pero cuestionan y ridiculizan la posición de Núñez Feijóo ante la violencia. Ojalá hubiéramos visto con claridad las diferencias del PSOE con algunos de sus socios. Siempre silencio cuando no comprensión. Núñez Feijóo no tiene empacho en criticar a Vox pero a la izquierda le da igual. Ahora resulta que el presidente del PP ampara a los maltratadores.

Ignoro el coste electoral que pueda tener todo este episodio de pactos PP-Vox. Lo que sí es seguro es que la pulcritud que desde la izquierda se exige al PP no la van a tener si de ello depende revaliden en el poder. Ya se sabe. Sánchez no miente, solo cambia de posición.

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