Opinión

La herencia universal de Yolanda

Se sabe que la herencia está en el origen de la desigualdad social, pero no se sabe bien qué teoría política aportaría la solución más acertada, si aquella que propone su abolición, esto es, la supresión del hecho hereditario a excepción de la vivienda, el mobiliario y los objetos y enseres personales, o aquella otra que, persiguiendo el mismo fin igualitario, defiende lo contrario, es decir, que haya más herencias, que todo el mundo herede. Yolanda Díaz, que por procedencia ideológica acaso debería apostar por la primera, propone en su programa electoral la segunda.

Los 20.000 euros que ofrecería Sumar a los jóvenes españoles al llegar a la mayoría de edad, y que costarían a las arcas públicas unos 10.000 millones de euros, muchísimo menos, por cierto, de lo que les costó el ominoso rescate bancario, habrían de servir, en teoría, como palanca facilitadora para emprender con algún desahogo el camino de la vida adulta, tan empinado y tortuoso para la mayoría, lo que, según Sumar, equilibraría un poco el acceso a las oportunidades entre los que tienen de todo y los que nada, o muy poco, tienen.

Para formación o emprendimiento, no cabe duda de que esos euros caerían como agua de mayo en los predios de los que, por no haber sido beneficiados por herencia anterior ninguna, no les alcanza para costearse estudios superiores ni para montar algo con lo que ganarse el sustento futuro, pero, aun siendo de justicia esa dación o reparto de la comunidad que ya ideó Thomas Paine, uno de los fundadores de los Estados Unidos, a finales del siglo XVIII, no parece que su implantación en España, un país tan institucionalmente descontrolado y social y políticamente asalvajado, pudiera ser demasiado factible.

Dejando a un lado el hecho de que no habría forma de verificar que esa herencia se empleara en los propósitos para los que se concibe, y dejando a un lado también que 20.000 euros apenas dan, hoy por hoy, para nada, lo cierto es que si lo que se pretende es equilibrar, o redistribuir, le sobra a esa herencia el apellido de Universal, pues solo debería beneficiar a quienes la necesitan. Por lo demás, a Yolanda Díaz se le escapa un dato, con lo que ella es para los datos: la maldición social de la herencia no se conjura con una pedrea para el común, toda vez que el Gordo se lo tienen apalancado, y por herencia precisamente, unos pocos.

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