Opinión

Fiesta Nacional

Aunque salió el sol y el tiempo meteorológico contribuyó a la vistosidad del desfile militar y la presencia de público en los entornos de la celebración, el otro tiempo, el del presente histórico, no es el mejor para presumir de español.

No puede serlo cuando tenemos dentro la hispanofobia. Hasta en el mismísimo Gobierno de la Nación, donde hay ministros que asocian Hispanidad a genocidio y, por tanto, consideran que no hay nada que celebrar. Lamentable.

Sin embargo, la demoscopia nos traslada otra realidad. El 77% de los ciudadanos se sienten orgullosos de ser españoles. O sea, más de tres cuartos de la población, según la encuesta de Sigma-Dos publicada este miércoles en el diario El Mundo.

Asunto distinto es la visibilidad -más bien escasa- de esas cifras sobre un escenario en el que se da la aberrante caza de "fachas" entre quienes incorporan a su indumentaria los colores de la bandera nacional, algo absolutamente normal y bien visto entre quienes usan y abusan de banderas autonómicas con pretensiones secesionistas.

El caso es que la Fiesta Nacional del 12 de octubre ha ido a menos mientras iban a más las celebraciones del nacionalismo, cargadas del discurso antiespañol que necesitan para reconocerse.

Me imagino que estos últimos se habrán sentido ajenos en tal día como hoy a la escenografía oficial: el desfile militar, la cabra de la Legión, la recepción de Felipe VI a la España oficial en el Palacio de Oriente, e incluso los abucheos al presidente del Gobierno, que ya son un clásico del 12 de octubre.

Hace ahora diez años que a un ministro del Gobierno se le ocurrió hablar de "españolizar" la educación y lo tacharon de "facha", pues chocaba con el discurso independentistas que, sobre todo en Cataluña, estaba empezando a inflamarse por aquellas fechas en base a una manipulación pura y dura de la historia.

Vete a decirles a los nacionalistas catalanes que doscientos años antes de su rebelión contra el borbón francés, Felipe de Anjou, los castellanos ya se habían alzado en armas contra Carlos de Flandes, el emperador; que en la guerra de sucesión de 1714 (la de la "Diada" del 11-S) había catalanes en los dos bandos (austracistas y borbónicos), que defendieron la causa de España y su rey en 1793 (guerra del Rosellón), que se echaron al monte contra la invasión napoleónica de 1808 o que, en contra de su excluyente relato sobre la Cataluña maniatada por España, no fue Felipe V (Decreto de Nueva Planta) sino las Cortes de Cádiz (1812) las que ocasionan el gran apagón del autogobierno en Cataluña.

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