Opinión

Vamos a ver si apostamos o nos apostamos

Este  idioma nuestro, el común, el de todos, el castellano, es riquísimo en la variedad de acepciones de innumerables palabras. Tenemos también la lengua gallega, que nos la dejó al margen de sus frases para que su nombre super viviera, aquel Carlos I que antes de ir a morir a Yuste, dijo así como el no quiere la cosa: “El francés es la lengua del amor, el italiano la lengua de la política y el castellano la lengua para hablar con Dios”. No digo que sea malo el fervor religioso, pero hay que hablar de otras cosas: de los pobres, que el número no merma,  del trato que los gobiernos han dispensado y siguen dando a Galicia, que han aparecido los empresarios del sistema diciendo que en estos presupuestos salimos mejor parados, pero el que quiera ver tiene unas cuantas carencias, como que el AVE llegará tarde al norte del Miño o que nuestras universidades investigan mucho y bien, pero no necesitan preguntar a nadie para saber que las acecha la endogamia para acceder a los puestos docentes. Es una lacra que es difícil saber cuándo empezó, pero hace mucho tiempo. En fin, habrá que tener en cuenta alguna de las descripciones de aquel que aprendíamos en el Bachillerato, ya con diez o doce años, “Carlos I de España y V de Alemania”. Nos quejamos que en España es moneda corriente que los servidores públicos sepan inglés y de Gante, o sea el rey de que hablamos, pues nada, que desde Rajoy a Iglesias -¡vaya apellido para querer asaltar el Cielo!- tienen que aprender italiano, que vayan comiendo pizza; a mi que me la pongan cuatro quesos. Nos quedan los franceses con su “oh, l´amour”, que debe ser correcto escribirlo de este modo, así me lo enseñó a caballo entre los cincuenta y los sesenta, Claude Martín, que daba claesels el que estaba llamado a menesteres mas altos. El francés era su idioma en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid. Martín era además de ultraderechista, autor de una biografia de Francisco Franco, que sonaba a una loa al ferrolano que para si quisieran otros.
Nuestro idioma vernáculo no  aparece para ninguna de las tres lenguas a las que da tarea el tal Carlos I, vamos a tener que hacernos republicanos con carácter retroactivo, como lo era, lo es y lo será nuestro compañero de página Fernando Ramos, periodista y docente univesitario. En Atlántico aparece el rastro de su republicanismo. Y además, hay que  echarle al de Flandes, Su Majestad, a Curros Enríquez, que le hiciera a medida uno de esos poemas suyos que algunos consideraron destructivos.
Hacemos  memoria de una monarquía, la de Carlos I, y me acuerdo del rey de la ética, príncipe de la Filosofía que es Fernando Savater, que para mi que lo suyo es un estrabismo de antología.  Como el de Fernando Trueba, el cinematográfico, que también es bizco y no me ensaño con cualquiera de los dos, sino que soy tierno,  con mayúsculas seria el  inolvidable alcalde de Madrid, Enrique Tierno, al que casi le da el pecho de una señorita que andaba por allí. Ternura, decía, para los dos Fernandos, que es como mirarme en un espejo, porque también soy de la cofradía del  bizqueo,  aunque no en el grado de ellos, ¡Dios me libre!
Tierno como estoy, me acerco a los niños y no se enteran.  Están enfrascados con sus telefonías móviles de no se qué generación. Y con juguetes electrónicos, que hay una muñeca que se hace caca y otra  que canta “Oh, sole mio” en chino mandarín, que es uno de los idiomas mas hablados en este mundo nuestro, que empieza a ser de los chinos.  Echo la vista atrás y me veo apostando a las chapas, que les dabas lo mas fuerte posible con un dedo, y si llegaban a media milla del infinito, ganabas los cinco centimillos apostados. En la peonza no apostaba, porque era rematadamente malo, y no conseguía soltar del artilugio de madera la cuerda que hacía dar vueltas y mas vueltas. Ganaba el que consiguiera  dar mas vueltas a la peonza. Ahora pienso,¿y quién y cómo contabas las vueltas? Mo me olvido del juego de las bolas, en el que resultaba ganador el que diera mas veces a las bolas del otro.
Fernando Savater ganó en 2008 el Premio Planeta. Este hombre que ha escrito de lo divino y lo humano, salió vencedor del premio mejor abastecido de euros, con un libro sobre la hípica, “La hermandad de la buena suerte”.  En el universo de las letras es sabido, mejor por los periodistas que los literatos, que Savater es un forofos de los caballos y de las apuestas en las carreras. Se dice en los mentideros habituales, que con el dinero del Planeta se compró el Rocinante quijotesco y a andar por la Mancha, con Fernando Trueba de Sancho montado en un burro.
Vamos con el titular de este artículo, a ver si apostamos o no apostamos. Aunque se escriban igual,  no son lo mismo. Apostamos si aquel es mas listo que el otro y nos apostamos, nos escondemos con intenciones aviesas,  como hacía Curro Jiménez en la tele, para asaltar una diligencia por si o con ayuda  de otros, en la serie, El Algarrobo y El Estudiante.
Hoy mismo, día 15,apuestas-deportivas.es, que da noticias del mundo del deporte y las apuestas por Internet.
 

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